Los adversarios del presidente Petro se han quedado sin argumentos para combatir su filosofía y su método para gobernar. Pertenecen al nihilismo y divulgan la idea de que aquí nada bueno pasa, todo se hace mal. El nihilista utiliza todas las formas de lucha para destruir a su contraparte: la fase news, la caricatura grotesco-vulgar y la bodega fantasma son las herramientas más utilizadas porque no da la cara ni tiene argumentos para controvertir, escudándose tras las redes. Por fortuna, un gobernante no debe estar en función de complacer a la oposición sino al pueblo que creyó en sus promesas de gobierno. A raíz de la propuesta de Gustavo Bolívar de contratar influencers para defender la política del cambio de este gobierno, la derecha recóndita, que tiene todo el poder de censura en los medios del país, sacó toda su artillería para criticar esta iniciativa pese al amparo que tiene el derecho a la defensa todo gobernante, incluido en todas las constituciones demócratas del mundo.
Un influencer es aquel que, gracias a su carisma, capacidad y conocimiento de las realidades, se hace creíble cuando escribe o habla por cualquier medio; puede ser un youtubero, un verdadero periodista o columnista de cadenas nacionales, regionales o locales. Pero este puede construir o destruir. Con motivo del supuesto atentado a la CSJ, han surgido comentarios y narrativas perversas; presentar este hecho como una continuación del asalto que el M-19 hizo al palacio de Justicia en 1985, es caer en lo más bajo de las pasiones, para insinuar que la autoría del evento se originaría en la Casa de Nariño; una enfermiza senadora del CD hizo este símil. Por eso cada gobierno debe tener un equipo mediático para defenderse de los sicarios morales.
Recientemente escuché en entrevista a Pablo Iglesias, del partido progresista “Podemos” de España, diciendo que es difícil mantener una escuela de pensamiento político sin eficaces canales de información y defensa. Hoy los medios audiovisuales son el primer poder, no el cuarto como creíamos; son los que desde una consola orientan como veletas a la opinión pública, los que filtran las noticias judiciales sin contexto y deciden sobre fallos judiciales; son los dueños del poder y de la aparente verdad. Infortunadamente, la mayoría de los periodistas son gestores de poder no comunicadores sociales, su misionalidad está perdida, ya no investigan, sino que reproducen noticias sin verificar la realidad de los hechos, son asalariados de algún poder mediático. Un verdadero periodista es aquel que va al teatro de los acontecimientos para ver y palpar, ver para creer; “no creas en nada de lo que te digan y solo en la mitad de lo que vieres”, desde Santo Tomás esta máxima se hizo doctrina. Un supuesto periodista, este sí influencer sin caretas, cuya arma es un micrófono y ser cuñado de Duque, quiso crucificar al youtubero “Wallis” solo por el hecho de ser contratado como influencer por el DPS como si esto fuera pecaminoso; pero qué entrevista tan desafortunada para Ernesto Morales, saca micas de Duque y acostumbrado a las encerronas de sus entrevistados; Wallis no es cualquier entrevistado, es un conocedor de los medios y bien informado políticamente.
Pero Morales no torea solo, necesita refuerzos para caer en gavilla, viene con su cuadrilla de pica sangre de cabina; más, les salió el tiro por la culata, Wallis los peinó, ¡olé!; el matador Morales se descompuso, sus rasgos psicosomáticos lo mostraron, cerró la entrevista y se escondió en el burladero. Este seudoperiodista de “Blu Radio”, sí es un influencer, destructor de prestigios y dignidades. No Ernesto, no acabes con la poquita credibilidad que le queda a tu medio, tu verdad sesgada no es la única. Es una lástima que el periodismo haya caído tan bajo, es urgente que a esta carrera se le fije un perfil fáctico y definido como al de otras profesiones y se refuerce en lo axiológico. Este mensaje también es válido para la FLIP a fin de que redefina qué son libertad de prensa y agresión mediática. Ya basta, utilicemos un solo racero.
Luis Napoleón de Armas P.