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Rodolfo Molina Araújo: un ser resiliente, ejemplo para las nuevas generaciones

Por Ruth Ariza Cotes / EL PILÓN

Para iniciar, resolví buscar en el diccionario el significado de la palabra resiliencia: latín resiliens; saltar hacia atrás, rebotar, replegarse, capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos o “capacidad de recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que se había estado sometido”. Diccionario Real Academia Española, vigésima tercera edición.

Fue entonces cuando pensé que los seres humanos individualmente, sin importar su estrato, cultura o raza, también pueden poseer la capacidad de resiliencia, y sin quererlo evoqué de inmediato la vida que le ha tocado enfrentar a Rodolfo Molina Araújo.

Rodolfo Molina Araújo. Foto: Cortesía.

Quise por ello entrevistarlo y lo hice con el objeto de comprobar si en el trayecto de su vida había un espíritu resiliente; le pedí entonces que narrara con los problemas que le había tocado lidiar y me expresó lo siguiente: “Consuelo Araujonoguera me trae al mundo, con mi padre Hernando Molina Céspedes, el 24 de mayo de 1964 en el Hospital Rosario Pumarejo”.

Pero cuál no sería mi sorpresa, por desconocer su niñez, cuando comenzó por rememorar que a sus escasos siete años, con la inocencia propia de su edad, jugaba con gasolina y ésta se prendió alcanzándole a quemar órganos internos, los dos miembros inferiores y el brazo derecho, quemaduras tan profundas que alcanzaron el tercer grado.

Los médicos vallenatos lo desahuciaron; sus padres horrorizados resolvieron llevarlo en avión al Hospital Militar de Bogotá, donde le dieron esperanzas de vida, porque allí sí contaban con la logística requerida. Allá duró ocho meses en el proceso de cicatrización y cirugías, y hubo un momento en el que dictaminaron amputarle una pierna a la cual su madre ‘La Cacica’ se opuso y le dijo a los médicos: “Si se va a morir, que se muera completo, pero no permito que me mutilen a mi hijo”. Hubo un silencio total del cuerpo médico… Y se resignaron a continuar el tratamiento clínico sin la cirugía, eso sí, salvando su responsabilidad por escrito. Consuelo era muy devota de Santo Ecce Homo y sus súplicas fueron escuchadas.

Por tanto tiempo de inmovilidad, cuando le dieron de alta no podía caminar y sus padres le repetían: “Tú eres capaz, poco a poco lo puedes lograr”. Con estas frases de apoyo y un tratamiento psicológico, Rodolfo volvió a caminar y cuando lo logró le decía a ‘La Cacica’: ¿Cierto mami, que ya no me voy a morir?

Familia Molina Araújo Foto: Cortesía.

Cursa después su primaria e ingresa al Colegio Nacional Loperena y cuando tenía escasos 14 años sufre otra pena, pero ahora moral. La sorpresiva separación de sus padres, un golpe muy duro, pues al distanciarse de ellos, él y sus hermanos tenían que escoger con quien vivirían, sufriendo así un doloroso desajuste emocional. Con éstas heridas se gradúa de bachiller.

Posteriormente, ingresa a la universidad Jorge Tadeo Lozano donde cursó tres años de administración agropecuaria, pero faltándole dos semestres para terminar la carrera se enamora del amor de su vida: Gloria Inés Meza, abogada, hija de la matrona Gloria Armenta y don Miguel Meza, exalcalde de Valledupar, con quien se casó en 1990.

Rodolfo Molina en compañía de su esposa Gloria Meza, y sus hijos Rodolfo Miguel, Consuelo Inés y Jaime Daniel. Foto: Cortesía.

Se dedicó entonces al lado de su padre a administrar la finca ‘El Diluvio’, consagrándose a la ganadería y a aprender de él la manera respetuosa y justa con que debía tratar a sus subalternos. Su padre, le asignó un lotecito para que aprendiera los primeros pasos en la siembra del arroz, ejercicio que más tarde lo impulsaría a crear la empresa Moliar, cuya finalidad era descascarar el arroz para hacerlo comestible y que hoy todavía subsiste. En 1993 tenía dos hijos varones de uno y dos años de edad, fruto de su feliz matrimonio.

Un 22 de julio de ese mismo año lo secuestraron en su finca llevándolo a través de la Sierra Nevada por los pueblos de Villa Germania, El Copey, Fundación, Pueblo Bello, Nuevo Colón, La Nevadita, hasta llegar a lugares alejados e itinerantes, sin descanso, durante cuatro meses en los cuales su esposa afrontó las responsabilidades del hogar y de la finca.

En esta travesía, durmiendo en el suelo y en cambuches, comiendo muy mal por la zozobra de la persecución del Ejército, recorriendo largos trayectos a pie, fue acusado de “burgués”, término de la doctrina marxista que él jamás entendió, pues su formación académica era relativa al agro y no a las ciencias sociales; este era un epíteto que ellos reiteraban para justificar su cautiverio.

Y llegó la enfermedad: La gastroenteritis lo llevó a un estado de gravedad. Su madre se enteró y les advirtió que si su hijo se moría no obtendrían ninguna clase de remuneración económica, exigiéndoles que lo liberaran.

En octubre de 1993 fue liberado trayéndolo en un caballo y escoltado por 40 guerrilleros; su madre lo recibió en un grave estado, diezmado por la desnutrición y con una barba tan larga que lo hicieron irreconocible.

El día que fue liberado Rodolfo Molina. Foto: Cortesía.

Tomaron la determinación de irse a Bogotá para hacerle terapia psicológica de recuperación, la cual él rechazó arguyendo que no había como el hogar para sanar sus heridas y que tenía su familia con la cual podría resolver su problema. Entonces, se devolvieron a Valledupar donde con dolor se resignó en principio a alejarse de la finca paterna.

En 1994 decidió volver a la finca con su padre para dedicarse a las actividades agropecuarias. Su padre, agotado, se retira y él asume la responsabilidad de su empresa familiar, pero el destino tenía para él otra trágica pena en el año 2001: el asesinato de su madre Consuelo Araujonoguera, hija del patriarca liberal Santander Araújo y de la matrona Blanca Noguera Cotes; la creadora y fundadora en 1968 de la fiesta folclórica más importante de Colombia: el Festival de la Leyenda Vallenata, la intelectual que proyectó la música y la cultura del Valle de Upar, hasta Europa y Norteamérica.

La misma que en un momento de iluminación forjó con el expresidente López, con Escalona y otros literatos, la roca para edificar el concurso que mantiene vivas las tradiciones del pueblo vallenato. La mujer que le había dado fuerzas para vivir tantas veces, la que le había enseñado a amar la cultura popular en todas sus expresiones, la primera arqueóloga de la música vallenata, dándole un marco conceptual y perpetuando a través de la creación de escuelas infantiles que como semilleros congelarían el vallenato vernáculo en el tiempo.

Por todo lo anterior Rodolfo, juró ante su tumba que mientras él viviera no dejaría decaer el legado cultural heredado de su madre.

Una vez fallecida ‘La Cacica’, la Junta Directiva de la Fundación Festival Vallenato acordó que sus hijos debían ingresar a esta organización, y así, en diciembre del año 2004, la Asamblea reunida nombra presidente ejecutivo a Rodolfo Molina Araújo.

Rodolfo Molina Araujo. Presidente Fundación FLV. Foto: Cortesía.

Dos años después a Rodolfo le llega por fin un oasis en el desierto de su alma, la venida al mundo de su hijita Consuelo Inés, la alegría más grande, su hermosa hija que tanto se le parecía a su madre y que hoy cuenta con 15 primaveras.

En el año 2010 murió su padre, quien fue abogado y perteneció al fuero militar, hijo del jurista más importante del Magdalena Grande en el siglo 20, el magistrado Hernando Molina Maestre.

En el año 2018, un fallo del Consejo de Estado, ordenó que la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, debía entregar al Municipio de Valledupar el Parque de la Leyenda Vallenata ‘Consuelo Araujonoguera’ donde funcionaba la organización del evento. Esto, a Rodolfo lo tomó de sorpresa; en los primeros días fue grande su tribulación, pero todos los sufrimientos anteriores le edificaron un alma de acero. Por ello, rápidamente con el apoyo de su junta directiva y de todos los miembros de la entidad, pero antes que todo con la fe en Dios y en sí mismo, consiguió una hermosa sede donde está funcionando la parte administrativa.

Recordó la manera como adquirieron el parque para el desarrollo de las actividades propias del Festival Vallenato: Consuelo había comprado un lote muy grande donde hoy funciona el Colegio La Esperanza, y ella le propuso al Municipio cambiar ese lote por el que ocupaba hoy el Festival Vallenato, y así se hizo esta negociación.

Por este motivo Rodolfo expresó que se somete a la ley, pero que no comparte esta decisión jurídica pues considera que no fue una negociación dolosa.

Este parque antiguamente era un potrero de don José Guillermo Castro; se podría decir que era un “no lugar” como diría el filósofo francés Michael Foucault, y que fue la Fundación Festival de la Leyenda Vallenata, la que logró durante varios años posicionar este sitio dándole un significado cultural, convirtiéndolo en el templo de la cultura vallenata. De un simple potrero desconocido pasó a ser símbolo de nuestra música primigenia; el sitio ahora es conocido a nivel nacional e internacional.

Con la creación del Festival de la Leyenda Vallenata, los cantautores y músicos que antes actuaban en los traspatios sin remuneración alguna, subestimados y cuyo único pago era un plato de sancocho al final de la jornada, ahora con el Festival Vallenato se posicionaron mejorando significativamente su situación económica y estatus, de tal manera que la música y el canto vallenato han sido declarados por la UNESCO, como Patrimonio Cultural e Inmaterial de la Humanidad, es decir, somos universales.

En resumen, todo lo anterior relativo al personaje de marras, es que Rodolfo Molina Araújo, es un ser con dominio propio, seguridad en sí mismo, en el que el amor, la pasión y la honestidad fortalecen su proyecto de vida; tiene además gran capacidad de escucha, abundante humildad y por ultimo un corazón que perdona. Y esto lo digo porque al preguntarle si guardaba algún rencor me contestó de manera sorprendente que jamás, y que él sabía que detrás de estas decisiones judiciales habían intervenido muchas personas, pero que ninguna podría acabar su decisión de mantener vivo el sueño de ‘La Cacica’.

Rodolfo se considera un ser tímido, su lema es: “Entre más anónimo, mejor”. Y concluyo, Rodolfo es ante todo un ser resiliente, ejemplo para las nuevas generaciones.

Categories: Crónica
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