Esta expresión, por cierto bastante detestable, que repiten muchos “defendiendo” a quienes han desempeñado algún cargo, ya sea público o privado, solo por haber recibido el cumplimiento de necesidades personales; tolerando y aceptando que desde cualquier cargo se puede robar; los protegen a capa y espada y así perpetúan la corrupción.
La corrupción es un tumor en crecimiento y se ha convertido en el ADN de muchos colombianos. Hay corrupción por doquier rincón del país. Ser corrupto no paga, por el contrario debilita y de que forma la conciencia del ciudadano, que debe enfrentarse con honor y pulcritud, gravitando en torno a lo honesto y lo correcto. Antagónicamente se encontrará un mar salpicado de vicisitudes y dificultades para encontrar el sendero del desarrollo digno. Las medidas para enfrentar la corrupción no están dando resultados.
¿Fallas o inoperancia de la justicia? El soborno se mantiene casi en todo; debe pagarse dadivas, de no ser así el propósito no será cristalizado, llámese contrato, vinculación… No somos un país pobre, somos un país empobrecido por los corruptos que han desangrada a su propia patria; no nos faltan recursos, sobran ladrones.
Con frases como: La corrupción ataca la medula de la democracia, la corrupción es usual, tanto en lo público como en lo privado, eso es innegable, las expresó el expresidente de la Corte Constitucional, Juan Carlos Henao, moderador de un reciente debate en la Universidad Externado de Colombia, donde es rector.
A propósito de la consulta anticorrupción a realizarse este 26 de agosto, desde ya un amplio sector de la opinión pública colombiana, se ha empoderado por la defensa y adopción de esta iniciativa, marcando en el tarjetón por siete causas diferentes; factor que me ha impulsado a describir con palabras la enorme trascendencia que esta propuesta tiene para contrarrestar la tendencia perversa de los tentáculos de la corrupción en Colombia.
Lo ideal, es que se diga: “Hizo, pero no robó”. Muchos estaríamos dispuestos a resaltarlo, yo sería uno de ellos. ¿Será que llegaremos a ese escenario? ¿Está cerca o lejos? ¿Qué opinan? Estos interrogantes interpretados bajo el criterio la legitimidad, invitan a reflexionar sobre nuestra responsabilidad en extirpar lo más pronto el fenómeno de la corrupción; problema arraigado en la conciencia del ciudadano y que debe ser atendido y atacado desde la niñez. Esta es una coherente reflexión que reafirma la imperiosa necesidad de propender por el desarrollo equitativo de la justicia social; asumir una posición colectiva frente a una situación que nace en la niñez y se robustece en la adultez y de qué forma; crece a raíz del libertinaje, la mentira y otras manifestaciones inapropiadas dentro de un ámbito de incertidumbre, en una Colombia que evoca una verdadera justicia y equilibrio social.
En síntesis, para acabar la corrupción, necesitamos instaurar un diálogo elegante, agradable, constructivo cimentado en el intercambio de saberes y experiencias de vida; en pensamientos proactivos que fomenten autoestima, responsabilidad y finalmente armonizar una comunicación universal, fluida que propicie verdaderos cambios.
Por: Jairo Franco