Se cree que ya se ha visto todo en cuanto a violencia, a salvajismo a atrocidad, pero el horror no para; aparece con una cara diferente cada vez y más escalofriante.
Hace unos años una familia amiga, bogotana sufrió la desaparición de su hijo Germán; se pensó que lo habían secuestrado los subversivos; la Policía se encargó de investigar el caso hasta que dieron con el joven de dieciocho años, lo encontraron muerto, en las afueras de un pueblo cercano a la capital. Al dolor intenso de los suyos se unió el asombro cuando de Medicina Legal se informó que le habían ‘robado los riñones’. Se creía un caso aislado y no se habló más de él.
Nunca quise escribir sobre eso, me escuece el recordarlo, pero lo hago ahora porque se siguen presentando soterradamente hechos así y hay que estar alerta con los niños, con los jóvenes, incluso los adultos, porque la desesperación por un órgano vital para un trasplante llega a estos extremos, las bandas de personas sin conciencia lastimosamente han hecho de eso un negocio lucrativo.
Sustento esto último en las declaraciones de uno de los delincuentes que se robó a la niñita Nicole Palacio, de un pueblo de Nariño, dijo que la vendieron por cincuenta millones de pesos a unos desalmados traficantes de órganos.
No solo roban órganos, también vidas enteras. Sucedió hace unos años y así lo escribí: “Iba con el brillo de un milagro en los ojos. Caminaba desprevenida, como sumida en los latidos prometedores que en su vientre anunciaban el prodigio de una nueva vida, repetido todos los días en cualquier lugar del mundo, y que a pesar de su frecuencia todavía maravilla.
Con solo diecinueve años de edad vivía el estado de la dulce espera, ese en el que se sueña con apretar contra el regazo un cuerpo pequeñito, cálido, asustado que se abre al mundo para cumplir un peregrinaje de alegrías y tristezas, de angustias y esperanzas.
No importa su nombre. Cuando hay tanta juventud llena de sueños, a pesar de la pobreza, da lo mismo llamarse de cualquier manera, el único título importante en ese momento es el de madre. Ella ya lo era, faltaba un mes para que de sus pechos brotara la savia de la vida que alimentaría al hijo que sería la razón de ser de sus días.
En su recorrido la atrapó la más negra y execrable sombra que entristeció al ‘cielo más bello de América’ y agitó al mar Caribe, que en Santa Marta pinta paisajes irrepetibles. Nadie se dio cuenta de que la adormecieron y, en un paraje solitario de la añeja Bonda, le rasgaron el vientre y le arrancaron la criatura que habitaba asida al amor en sus entrañas”.
Repito: se están robando las vidas, ya sea por pedazos, o enteras y antes de nacer, es un negocio sórdido. No nos queda nada por imaginarnos en el escenario del terror, de la violencia, del dolor, que golpea al país.