Son muchas las heridas de la guerra que aún están abiertas en el departamento del Cesar, pero un primer paso para iniciar el proceso de cicatrización de estas es mediante los mecanismos de esclarecimiento de la verdad o por lo menos una aproximación de los hechos que, aunque dolorosos, deben revivirse para tratar de reparar en algo tan crueles episodios de tristeza para la región.
Lo menos que merecen los familiares de las 127 víctimas de los falsos positivos orquestados por las fuerzas militares en el Cesar es que se les brinde una explicación de lo ocurrido con sus seres queridos, eso sería el inicio y una luz de esperanza en el marco del ejercicio de la administración de justicia.
La jornada de ayer, y que continúa hoy en Valledupar con la audiencia de Reconocimiento de la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP, de los 12 militares acusados de ejecuciones extrajudiciales, es un acto muy doloroso para esas familias cuyos seres queridos fueron víctimas del horror de la guerra desarrollada en el Cesar y la región, duele de verdad y es inevitable, pero es algo necesario. Eso tiene una profunda connotación desde cualquier ángulo que se le quiera mirar, en especial el humanitario.
Todas las historias narradas ayer y que muchos pudieron ver de manera directa y otros en forma virtual, invocan esas escenas de terror en territorios cesarenses, pero, aunque suene un tanto extraño, ese dolor es menester vivirlo, sufrirlo y afrontarlo como única opción de comenzar a superarlo en cierto grado, nunca será ciento por ciento subsanado, pero sí en algo debe ayudar a esas familias que siempre se sintieron impotentes en medio de su desdicha y desgracia.
Testimonios y más testimonios de la crueldad del conflicto armado en Colombia, en el cual el Cesar y la región Caribe en general puso una gran cuota de sacrificio de una guerra absurda y que jamás debió ocurrir, pero que sucedió y hoy es de vital importancia todos los ejercicios que intenten cualquier forma de resarcimiento de justicia, reparación y restablecimiento de todos los derechos humanos.
Estas jornadas no solo son necesarias para las familias de las víctimas, también son una ventana al restablecimiento de la confianza en las instituciones comprometidas con la tarea de impartir justicia y garantizar el derecho a la vida, en especial para las fuerzas militares, cuya imagen y credibilidad se vio altamente comprometida durante todo ese periodo de guerra.
El Ejército Nacional era una de las instituciones del Estado colombiano con mayor credibilidad, respeto y confianza, sitial que fue perdiendo en medio del conflicto armado y que en unas pocas décadas derrumbó esa buena imagen construida a lo largos de más de cien años de historia de este país.
Además del dolor de las familias víctimas de ese cruento periodo de la historia colombiana, está el desprestigio institucional del Estado, esos son dos procesos paralelos que deben trabajarse en pro de su reconstrucción, una vez superados ambos se podría hablar entonces de un nuevo país con pasos muy serios hacia la consecución de una sociedad más civilizada, donde prevalezca la convivencia pacífica y donde el derecho a la vida sea innegociable.