Vi y escuché los dos primeros foros que Caracol y la Silla Vacía hicieron con la Coalición Centro Esperanza y con el Equipo Colombia. Daré algunas apreciaciones sobre los resultados de este último porque al primero aún no lo veo bien configurado; una de los integrantes, la senadora Angélica Lozano, representativa de los Verdes, renunció a su partido.
Algo no funciona en esta agrupación, el galanismo aún no se compacta, amén de que habrá varias listas a corporaciones públicas. No le veo mucha continuidad a su centro derecha. Al Equipo Colombia, aunque cabe perfectamente en una derecha de extremo, también le noto algunas diferencias conceptuales sin afectar lo fundamental de esta tendencia ideológica.
No asistieron todos: Álex Char parece estar más interesado en recoger sus firmas, confiado en que una buena chequera vale más que mil palabras, y Dilian Francisca Toro tampoco estuvo. Se dice que por el desayuno se conoce el almuerzo y que un buen prólogo es la visión de un libro.
La primera pregunta y obligada fue: ¿Por qué cree usted que es el mejor candidato? Echeverry respondió con tres acciones: evitar el sufrimiento de la gente, encauzar la economía y poner su experiencia al servicio del país. Leyó su currículum. También dijo que quería continuar con el programa de Familias en Acción, que descentralizaría el país agobiado por la guerra (y hambre, digo yo).
Barguil dijo que reivindicaría a la mujer cabeza de hogar como su madre, una educadora de Cereté que le infundió valores, creencias religiosas y los conceptos de orden y seguridad, una especie de pre uribismo (parece que olvidó sus orígenes). Además, prometió un nuevo comienzo (para qué recordar la historia si eso es sembrar odio y tantas cosas malas), que extirparía la corrupción (mira quien habla, quien poco asiste a las sesiones del congreso), y que destinaría 30 % de las regalías a la educación.
Eso sí, aprovechó para mostrar su sectarismo ideológico; con una camiseta con señales del tránsito donde indicaba “no girar hacia la izquierda”, con una blusa equivocada porque la prohibición era hacia la derecha.
Resaltó sus cualidades como estudiante pero no siempre el mejor estudiante es el mejor profesional ni el mejor ejecutivo; se imponen la ética, la disciplina, la lógica, el compromiso y el sentido común.
Fico dijo que quería restituir a la familia (tenemos la más alta tasa de divorcio de América), y la seguridad, hacer crecer la economía y el empleo, y gobernar con la gente (patrullar con Ejército y ESMAD como lo hizo siendo alcalde de Medellín, donde muchas familias fueron diezmadas).
Recomienda no generar odios pero da condolencias a Petro por la muerte de ‘El Paisa’ y ‘Romaña’, a quien siempre identifica con estos. Satanizar no es hacer familia.
Peñalosa, por su parte, dijo que lo movía su amor por Colombia (tan piadoso) y su deseo era construir igualdad y más parques, como lo hizo en Bogotá, llena de buses (versión de Mazuera Villegas). Afirmó que lo único que saca de la pobreza es la inversión, un tratado de economía.
No creo que Enrique Peñalosa no sepa que en los EE.UU hay 40 millones de pobres (13 %) con mucha inversión. Fue un foro retórico, donde nadie habló del “cómo”, ni les preguntaron. La obsesión por Petro es enfermiza, no los deja pensar; desde que él desenmascaró el paramilitarismo de Estado fue convertido en disociador y generador de odios, y eso cunde.
Un columnista nuestro dijo que las ideas de Petro eran “descabelladas, delirantes y peligrosas” porque destapa la mierda que el gato tapa. Pero aunque tapes siempre hiede. Así no se juega.