MEDIO AMBIENTE
Por: * Hernán Maestre Martínez
Valledupar, Ciudad Ecológica de Colombia. Recuperemos y conservemos las cuencas de los ríos Guatapurí y Cesar. Hagamos causa común para que el Embalse de Besotes sea una realidad, es agua para la vida en Valledupar, La Paz y San Diego.
Algún profesor respondió a sus alumnos ciertas preguntas: ¿Fue el hombre el que creó el efecto invernadero? No, por supuesto: en la Tierra existe desde hace 4.000 millones de años. Por lo demás, el efecto invernadero que “encontramos al llegar” es incluso esencial. Sin él no estaríamos aquí, porque con -18º C sobre la Tierra en promedio la vida no habría podido aparecer en la forma que conocemos. Pero lo correcto hubiera sido dejar ese efecto invernadero en el estado en que lo encontramos al llegar, justamente. Porque lo que hacemos desde hace alrededor de dos siglos es intensificarlo, añadiendo gases con efecto invernadero en la atmósfera y el resultado no va a gustarnos forzosamente.
¿Es posible añadir gases a la atmósfera? Claro, se trata de volúmenes muy pequeños, que pasan inadvertidos teniendo en cuenta el tamaño de la atmósfera, porque ese efecto invernadero, y esto es algo difícil de comprender, se debe a gases que se encuentran en muy pequeña cantidad en el aire. Aquí es donde el paralelo con el invernadero ya no se sostiene: mientras que es el propio vidrio el que absorbe el infrarrojo, los gases mayoritarios en el aire (nitrógeno, alrededor del 80% y oxigeno alrededor del 20%) no cumplen ningún papel en este asunto. El efecto invernadero es la expresión de las minorías activas. Ante todo, se debe al vapor de agua (el 0,3% de la atmósfera en promedio), luego el gas carbónico (el 0, 04% de la atmósfera), y otros gases que están presentes en proporciones todavía más pequeñas (metano, el 0,00018%; protóxido de nitrógeno, el 0, 00003%, y otros todavía más raros).
Pero, esta minoría es muy eficaz, un poco como algunas gotas de ciertos colorantes que, puestas en un agua muy límpida, bastan para volverla casi opaca a la luz. Lo que hacemos desde hace dos siglos es agregar gotas de “opacante”: eso no cambia nada el volumen total de la atmósfera pero ha modificado fuertemente su opacidad, para el caso a los infrarrojos, a los que les cuesta todavía más trabajo que antes evacuar la energía de la superficie hacia el espacio.
Por lo tanto, cuando se aumenta el efecto invernadero, la superficie terrestre se recalienta (y el aire “lejos del suelo”, a 15 o 20 Km de altitud, se enfría), y eso está previsto desde hace más de un siglo y medio. Con dos veces más de CO2, que en 1750, la temperatura promedio del planeta treparía 3 a 4º C en un siglo. Y esos 3 a 4º C hubieran tenido muchas o demasiadas consecuencias.
Pero si ese efecto invernadero aumentó tanto ya tendríamos que estar todos asados, ¿No? No, porque la Tierra es muy lenta para reaccionar a ese suplemento de efecto invernadero, que no es muy importante para un día determinado, pero que perdura durante siglos, porque una parte del CO2 ya no sale de la atmósfera una vez que se lo puso allí. En consecuencia, el clima va a cambiar con un retraso de algunos decenios a algunos miles de años tras el aumento del efecto invernadero. Y en el momento en que el cambio esté presente, ya no habrá ninguna posibilidad de volver a poner el sistema climático en la situación de “antes”.
¿Eso quiere decir que todavía no hemos visto nada?
Puede decirse que lo esencial está por venir.
Si los medios hablan tanto de lo que ya ocurre es precisamente porque no es muy fácil enfocar una cámara de televisión sobre lo que va a ocurrir dentro de 50 años, y mucho más sobre lo que ya pasó ayer. Pero el problema es realmente lo que arriesgamos para más adelante, no lo que ya estamos viendo.
*Especialista en Gestión Ambiental