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Resiliencia: herramienta vital en tiempos de pandemia

A diario las personas se enfrentan a situaciones que van más allá de su control y que pueden afectar en alguna medida su vida, sin embargo, en algunas ocasiones especiales se presentan hechos inesperados que logran sobrepasar las propias capacidades de afrontamiento; uno de los mejores ejemplos para este tipo de circunstancias es la pandemia del covid-19.

Este hecho que llegó a irrumpir con la vida misma fue una situación inesperada y que, como evento nuevo para muchas personas a nivel mundial, no se sabía qué hacer frente a ello; cómo enfrentarlo, cómo adaptar nuestras prácticas, cómo lidiar con el peligro inminente; pues el coronavirus no solo llegó a cambiar la forma en la que se vivía sino también a amenazar la supervivencia de la humanidad, propiciando hechos e interpretaciones que terminaron generando afectaciones significativas tanto en la salud física como la emocional o psicológica.

Según un informe revelado por el Ministerio de Salud en el 2020, las líneas territoriales de salud mental mostraron un aumento en las consultas hasta del 30 % durante la pandemia a nivel nacional, siendo la depresión, ansiedad y conductas violentas, los motivos de consulta más frecuentes. Desde el 13 de abril hasta el 10 de octubre del 2020 se realizaron por dichas líneas más de 11.400 atenciones, de las cuales el 43 % se orientaron a la respuesta frente a síntomas de ansiedad, estrés y depresión.

Ante este panorama han sido significativas las afectaciones que a nivel emocional ha presentado la población colombiana debido a la necesidad de afrontar la situación actual y lograr adaptarse a las nuevas condiciones de vida. 

Al hablar acerca de los procesos de adaptación, se pueden encontrar desde el campo de la psicología diferentes enfoques y procesos explicativos que proponen habilidades a fortalecer. Una de ellas que en los últimos meses ha tomado gran relevancia para la construcción de estrategias que permitan hacerle frente a la crisis mundial por el covid-19, es la resiliencia. 

Este término hace referencia a la capacidad que tienen las personas para sobreponerse a momentos difíciles con una mirada positiva frente a ello y así adaptarse a una nueva realidad. La resiliencia también se ha caracterizado como un conjunto de procesos subjetivos que posibilitan mantener una vida sana a pesar de encontrarse en un contexto amenazante o poco favorable. Asimismo, se propone que esta capacidad posibilita el desarrollo adecuado de un individuo o un grupo y permite el consolidar una proyección a futuro a pesar de las condiciones desestabilizadoras que pueden devenir de traumas en el pasado. 

Fabián Román, médico en psiquiatría, describe que existen dos conceptos claves para comprender esta capacidad; el primero es la resiliencia clásica, la cual se concibe como la habilidad de un grupo o de una persona de afrontar, sobreponerse a las adversidades y resurgir fortalecido. Y la segunda, la resiliencia generativa, que se vincula con la posibilidad de generar soluciones, transformaciones y nuevas formas de adaptación para continuar en la vida, siendo este último concepto, según el autor, el que permite experimentar la adversidad como una oportunidad de crecimiento y desarrollo. 

Por otra parte, algunos autores recomiendan que la resiliencia debe desarrollarse no solo como un factor protector de enfermedades mentales y físicas, sino como un componente que facilita los procesos de adaptación, el soporte emocional y las relaciones interpersonales como generador de bienestar, incluso ante la adversidad.

De acuerdo con Maria Alejandra Martínez, psicóloga área clínica–orientación y permanencia estudiantil de Areandina Pereira, se recomiendan recursos individuales para consolidar o potenciar en cada una de las personas la resiliencia: aceptar que el cambio hace parte de la vida, para lograr así flexibilizar los procesos adaptativos; centrar la atención y energía en aquello que depende de nosotros y podemos transformar; ser conscientes de los aprendizajes de experiencias vividas; identificar capacidades y limitaciones, admitiendo posibles vulnerabilidades en nosotros mismos; aceptar nuestras emociones y comprender qué nos quieren mostrar; fomentar la autonomía y la percepción de capacidad, logrando la consolidación positiva del sí mismo y potenciar la creatividad para la resolución de conflictos.

Además, se pueden sumar: fortalecer el sentido de propósito y la visión a futuro y mejorar competencias a nivel social, activando redes de apoyo con familiares, amigos, compañeros, docentes, o personas pertenecientes a grupos específicos o instituciones.

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María Alejandra Martínez Arias: