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Replanteamientos

MI COLUMNA

Por: Mary Daza Orozco
La corrección de estilo ya no existe. Sencillamente se sustituyó por corrección de textos. Se argumenta, como es bien sabido, que el estilo es el hombre.
La palabra estilo viene del latín: “stilus”, con la que se denominaba un palillo de madera dura que los romanos mantenían en el bolsillo, a la manera de un bolígrafo, y con él escribían sobre tablas enceradas. Ese palillo era tan personal que lo utilizaban también para la limpieza de los dientes.
Se concluye que el estilo es personal,  inherente al ser humano, por eso en la escritura sólo se puede insinuar una corrección cuando se cae en un error que maltrate las normas gramaticales que deben ser siempre respetadas.
“Por su estilo lo conoceréis”, parafraseando la sentencia bíblica, invito a hacer el entretenido ejercicio de saber quién es un autor por el estilo; estoy segura de que la mayoría de los que han leído a Gabriel García Márquez, si encuentra una hoja escrita por él y aunque no lleve nombre del autor lo identifican, sólo porque así escribe: “Ese es su estilo”, dirán.
En cuanto a la corrección de textos se necesita un buen dominio de la gramática, de las figuras retóricas, una excelente ortografía, para atreverse uno a corregir un texto. La dosis de responsabilidad que se maneja es muy alta, no se puede a la ligera quitarle a un escritor una palabra, una coma, una figura, sin estar seguro de que está errado, de que no se irrespeta su propiedad, porque todo escrito de opinión, literario, poesía, crónica, son propiedad intelectual de quien escribe, de suerte que no admite intromisiones.
Las veces, son muchas, en que me han asignado el honor de corregir un texto, por más humilde que sea, siempre insinúo y explico al autor la razón de ser de cada corrección; si el autor no desea corregir y quiere mantenerse en el error, la responsabilidad es de él, pero estos casos son muy raros.
En las columnas de este diario hay, lógicamente, variedad de estilos, y cuando uno los lee ya identifica a sus autores, sin embargo, existe una necesidad, creciente por demás, de un replanteamiento que debemos hacernos los columnistas que queremos acariciar, por lo menos, la perfección estilística, replanteamiento en el sentido de mejorar gramaticalmente para que nuestro discurso no sea tan criticado. Lo digo porque muchos lectores me han abordado para comentarme del descuido en nuestros artículos, no se quejan de los temas, hay el entendido de que todo tema, por ramplón que sea, tiene su público, sino por el desorden sintáctico, el mal uso de la gramática y de la ortografía. Hasta en un funeral en Villanueva me plantearon el tema, porque se cree que trabajo en El Pilón y no que soy una simple colaboradora, una columnista como todos, a mí también me toca esa observación de los lectores, que es la más valiosa, la de tener en cuenta.
Vamos a poner más intención en nuestros escritos, somos privilegiados al obtener un espacio, una tribunita, en la que podemos departir con la Opinión Pública, lograr la correcta exposición de nuestro discurso escrito es un asunto de amor propio, de cuidar nuestro prestigio y de colaborar con la reputación de un diario que nos ofrece semanalmente sus páginas, lo importante, además de la satisfacción personal, es también el engrandecimiento de lo nuestro: el ya familiar periódico vallenato.

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