En Valledupar, los católicos veneramos al santo Ecce Homo. Su potestad milagrosa se ha extendido más allá de la comarca, al punto que de otras regiones llegan numerosos feligreses y abundan las súplicas, cual lamparines alrededor de su altar.
En mi condición de creyente, todos los años renuevo mis súplicas. Santo Ecce Homo, supremo guardián de la vida y la esperanza, defensor insobornable de la moral y de la fe, centinela de la alianza del amor y la verdad. Fortalece, santo Ecce Homo, en cada uno de los habitantes de Valledupar el sentido de pertenencia por nuestra querida y bella ciudad para que sus calles y sus árboles sean jardines de bonanza.
Santo Ecce Homo, Altísimo Padre de la justicia: te pedimos por nuestros gobernantes, para que sean transparentes como el desfile de la lluvia y abran las puertas de su corazón a ti, para que cumplan con humildad la misión encomendada. Haz el milagro de la paz en Colombia.
Mete tus manos, santo Ecce Homo, y aplaca la soberbia de los que viven de la vanidad del poder. Silencia la fiera depredadora que socava el corazón de los actores de violencia, para que no arrojen relámpagos de muerte. Fortalece el camino luminoso del respeto y el bienestar social, que muchas madres colombianas no envejezcan esperando que haya para sus hijos oportunidades de educación y trabajo.
Santo Ecce Homo, eterno padre del bien: convence al hombre para que vuelva sus ojos a los árboles y a los ríos, para que no avancen las arenas del desierto. Sosiega el ansia del minero que desfigura la tierra con socavones y negros agujeros y llena de luto el canto de los pájaros. Permite que los ríos vuelvan a su cauce, que vuelvan las brisas atarugadas de maizales y los racimos de fértiles cultivos; que en los corrales el aroma blanco de la ubre rebose los baldes de espuma y en los hogares nunca falte la delicia del pan en la mesa.
Santo Ecce Homo, Padre benéfico de la música y la poesía: te pedimos por los cantores para que sigan, cual aves, derramando música en el viento; y por los poetas, para que sus versos te proclamen himnos de alabanzas. Riega nuestras mañanas con la vendimia de tus frutos. Aleja los festines de la corrupción y la impunidad.
Santo Ecce Homo, concédenos el poder de la concordia. Haz que lejos del hombre esté el nombre de la guerra y de la muerte, y que ningún territorio sea fértil para las operaciones terroristas. Cúbrenos con tu luz cuando las penumbras del mal nos rodean; destruye las murallas que nos impiden caminar contigo como verdaderos cristianos en la fe y en las acciones.
Por José Atuesta Mindiola