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Relatos migrantes: ‘El jugo de la esperanza’

Alfonzo no solo ha aprendido a vender jugos, sino además a sacarle provecho a una fruta con beneficios naturales.

Un 26 de noviembre del 2018 llegó Ismael Alfonzo a Colombia para cambiar la dura realidad que se vive en Venezuela debido a la crisis política – económica que atraviesa el país. Ya en tierra colombiana empezó a trabajar en diversos oficios momentáneos que le generaran algo de dinero.

“Arranqué trabajando con un señor, él es cachaco, y me dio una idea para que trabajara de mi cuenta, que montara un negocito de venta de jugos, y entonces lo monté. El me ayudó con la inversión porque no tenía, uno llega aquí sin inversión prácticamente, entonces él me dijo ‘yo le compro un exprimidor, la cava y solucionará con una mesa y ahí arrancará”, contó a EL PILÓN:

Motivado por aquel ‘cachaco’ que se convertiría en una especie de ángel guardián comenzó poco a poco: “Con unas 30 o 40 naranjas, un termito de tinto pequeño, ahí todo viejito, pero arranqué, echando pa’ lante tratando de que no decayera el negocio; hasta el momento tengo año y medio con eso, gracias a Dios me ha ido bien, ya compré otro termito mejor (risas). Me regalaron un exprimidor, porque he conocido gente de plata que me ha metido la mano, comencé con un exprimidor malito, de esos que uno dice de calamina, luego me compré uno industrial. Ha ido creciendo mi clientela, ya compro 150 naranjas diarias. No es fácil, pero ahí estoy luchando. También vendo galletas, agua”, contó.

A las 5:00 de la mañana el vendedor de jugos arma la mesita para ponerse a exprimir. “Salgo de mi casa a las 3:30 de la mañana todos los días del mundo, porque me voy en la cicla, hasta las 8:00 o 9:00 de la mañana, que la gente que baja del cerro, que hace deporte con la cicla, tienen que ir a trabajar. También el que se toma su tintico, su galleta, pan ocañero, ahí voy luchando”.

Aquel colombiano le brindó la oportunidad a Alfonzo de un trabajo digno y propio: “Gracias a ese señor, que es como un ángel. Dios me lo presentó, porque realmente aquí no hay trabajo. Le agradezco a Dios y a él haberme puesto en ese trabajo, y la perseverancia mía, de ahí he mantenido a mi familia, de ahí he comprado mis cositas”.

La familia de Ismael Alfonzo se conforma por 5 personas, su esposa, un varón de 9, otro de 6 y una niña de 6 meses.

Con su trabajo hace el diario de cada día, compra la comida, los pañales de la niña: “Me alcanza en estos momentos, porque antes estaba casi tirando la toalla, porque todo comienzo es duro. Hubo días donde solo ganaba 3 ó 5 mil pesos, pero como aquí uno con $5000 puede comer y no había nacido la niña, pero después hay que comprar los pañales, la leche, ya no es fácil, pero gracias a la otra entradita de mi esposa que también trabaja, nos ayudamos, porque ‘una sola golondrina no hace verano’. Yo trabajo para el diario y lo que ella hace también es para la casa, para beneficio de los dos”.

Aunque entre semana tiene su clientela, contó Alfonzo que, “los fines de semana son más movidos, la gente que sube al cerro con la familia, se duplica la cantidad de personas entre semana. La gente que quiere bajar unos kilitos y hace deportes, ahora (diciembre) están agarrando kilitos, pero en enero vuelven a ‘echarle pichón’ pa’ bajar los kilitos. Yo les vendo el juguito puro, porque como es natural, es vitamina C, es bueno para el organismo”.

Alfonzo no solo ha aprendido a vender jugos, sino además a sacarle provecho a una fruta con beneficios naturales. “¡Claro!, porque el jugo de naranja es bueno, pero puro; al que le guste con azúcar, yo se lo tengo. Tengo dos jarras, uno puro y otro con azúcar. Pero el puro es más vendible. La mayoría de la gente prefiere ese, y hay quien lo prefiere con hielo y otros sin hielo”.

Para quien decide migrar, es como volver a nacer; se debe empezar de cero. Una de las cosas que más le afectó de manera personal al señor Alfonzo fue el hecho de no poder hacer en Colombia el mismo oficio que ejercía en Venezuela que es el manejo de maquinaria pesada y donde guarda un currículo de experiencia.

Entre la población migratoria que se encuentra en las calles vendiendo, y otros pidiendo se suele generar un encuentro, comentó el señor Alfonzo que “hay gente que camina hasta 3 horas y hace 10 mil pesos; como hay compañeros que les toca trabajar con una carreta, ‘mamarse’ un rayo e’ sol todo el día y nada. En estos días hablé con un compañero que me dijo que a las dos de la tarde solo había hecho 15 mil pesos”.

La puntualidad de su trabajo y estar todos los días desde las 5 de la mañana, es lo que le ha permitido a Ismael Alfonzo ganarse la confianza de sus clientes: “La gente sabe que yo estoy puntual para venderle el juguito, y cuando pasan les digo ‘amiguito aquí le tengo el juguito’ y ahí los tengo, los voy animando a trotar. Además les doy su ‘ñapita’, cosa que en el Valle no se ha olvidado; allá en Venezuela no hay ñapa pa’ nadie (risas) eso era antes, años atrás, ahorita nada”.

Luego de unas risas durante la entrevista con EL PILÓN, Alfonzo contó -con la mirada conmovida- que se devolverá a Venezuela. “Quiero organizarme, para ir a mi tierra, uno tiene su casa y sus comodidades allá, sus padres, su familia. En estas fechas; finales de año y el abrazo del 2020, eso le pega a uno demasiado en el alma, estar lejos de los viejos, entonces, no es fácil despegarse cuando uno siempre ha compartido con ellos. No es fácil dejar el entorno familiar para venir a arrancar de cero en otro país”.

Lo que le deja Colombia

No solo buenas personas como aquél cachaco que lo orientó y se convirtió en su inversor, sino agrandar la familia al hacerse padre, “Colombia me ha dado una niña hermosa, que me la mandó Dios en otro país y me ha metido la mano con esa niña, como usted no tiene idea. Estoy agradecido con todos los que me han tendido la mano en los momentos que lo he necesitado”.

Daniela Minorta / EL PILÓN
minorta19@gmail.com

Categories: Crónica
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