La Paz total, hasta ahora, ha fracasado. Desde la dirigencia política, como desde la academia, se han manifestado las coincidentes críticas frente a la gestión del ejecutivo. Esperamos que se recupere la iniciativa política y militar para evitar lo que dice el analista Felipe Zuleta, en Blu Radio: “… a este ritmo Petro dejará el país como lo recibió Uribe en el año 2002”. Podría ser real si el gobierno no se ‘pellizca’. Contribuye a ese escenario que las rentas ilegales se han disparado: el crecimiento de los cultivos de coca no para, el precio del oro tampoco, los pasos migratorios en zonas como el Darién no ceden, se mantiene la pobreza rural, afectando a los jóvenes que han sido objeto de un reclutamiento forzoso, según denuncia el Ejército.
“La voluntad de paz del presidente Petro no admite dudas, pero desde el comienzo tuvo dos grandes limitaciones. En primer lugar, la ausencia de una estrategia de seguridad integral que permitiera recuperar el terreno perdido frente a los violentos y, por otra parte, la falta de un compromiso firme con la implementación del acuerdo de paz del 2016. Esas dos falencias han generado frustraciones comprensibles en los habitantes de las zonas más afectadas por el conflicto en donde se ha recrudecido la violencia. La gente no ve que las fuerzas militares actúen con contundencia contra los criminales y tampoco llega la inversión a la que se comprometió el estado en los 170 municipios en los que se construyeron los planes de desarrollo con enfoque territorial, con una amplia participación de las comunidades. No se comprendió que, en esos municipios, en donde se debió concentrar la implementación de los acuerdos, es en donde actúan los elenos o las disidencias. Las transformaciones territoriales que ahora se plantean tienen su punto de partida precisamente en los PDET.
Desafortunadamente desde el inicio del gobierno se cometió la equivocación de eliminar la Consejería del Posconflicto y a pesar de los anuncios de hace un año, no se ha rectificado el rumbo de la implementación que aún carece de un timonel con liderazgo político que coordine a las entidades del gobierno y los entes territoriales.
“Con el orden público alterado y el evidente deterioro de la seguridad urbana y rural, el gobierno deberá tomar decisiones para la segunda mitad de su periodo”, afirma en su columna en Cambio el exministro del interior Juan Fernando Cristo.
El descontento por la falta de implementación de los acuerdos de La Habana con las Farc, lo ha confirmado públicamente Pastor Alape dirigente reincorporado de la vieja guerrilla.
En nuestra región aún no se siente el desmedido deterioro de la seguridad rural, porque el ELN, está actualmente en cese bilateral del fuego, y es evidente la ausencia territorial de las dos disidencias de las Farc. Pero se registra un avance sigiloso del Clan del Golfo, que podría tornarse en una nueva y peligrosa versión de autodefensa regional.
“A mi modo de ver, si bien el logro de la paz es un sueño de la mayoría de los colombianos desde hace décadas, buscar la paz de cualquier manera, sin un norte y una metodología claros, puede traer como consecuencia un agravamiento de la violencia interna. El infierno está empedrado de personas de buenas intenciones” (Eduardo Pizarro Leongómez, El Tiempo, 5 abril).