La semana que está por terminar se podría calificar como muy dinámica en materia de noticias, pero más allá de los detalles y características de cada hecho, la relación entre ellos es lo que ratifica la complejidad de la realidad socio-económica de Colombia.
El lunes el país amanece hablando sobre el libro de Ingrid Betancur, cuyo polémico lanzamiento se convirtió en noticia nacional e internacional; posteriormente se conoció la que puede ser una de las noticias del año: la muerte de Jorge Briceño, alias “El Mono Jojoy, considerado por los analistas como el jefe del ala militar de las FARC y el viernes el Presidente de la República, Juan Manuel Santos Calderón, ante la Asamblea de la Organización de las Naciones Unidas (O.N.U.), donde hizo explícita la aspiración de nuestro país a hacer parte del Consejo de Seguridad de ese organismo.
Sobre el primer hecho, la presentación del libro “No hay silencio que no termine”, fue acompañada de una exagerada estrategia de mercadeo, que incluyó una portada gratis de la revista Semana, a la que consideramos una publicación seria; como también reportajes en EL TIEMPO y EL ESPECTADOR, en un verdadero “boom” sólo comparable a los lanzamientos de las obras más memorables de Gabriel García Márquez, premio nobel de literatura en 1982.
El lanzamiento de este libro provocó un debate nacional e internacional, tanto sobre la obra misma como sobre su autora, que ratificó su gusto desbordado por la pantalla y su actitud enfermiza a hacerse la víctima, pero que – en esta ocasión los reportes de venta del libro indican que logrará aumentar considerablemente sus cuentas bancarias, pero quizás no en la misma magnitud de cuando quiso demandar al Estado colombiano por su secuestro.
Pero la vida tiene sus paradojas, cuando ya el “boom” era también internacional con entrevistas en medios de comunicación importantes en Estados Unidos y Europa, el segundo hecho de la semana, la muerte de “El Mono Jojoy”, le quitó la importancia en los medios nacionales e internacionales al libro de Ingrid Betancur.
Esa es Colombia: el mismo personaje siniestro que la cuidó durante su largo e injusto secuestro, fue el encargado de acabarle la fiesta a Betancur por el lanzamiento de su libro, cuya factura es comparable a las famosas novelas de Corín Tellado.
Y el tercer hecho, el viaje del Presidente de la República, Juan Manuel Santos, a los Estados Unidos para reunirse con el Presidente de ese país, Barak Obama y asistir a la Asamblea Anual de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), donde ratificó la aspiración de Colombia a hacer parte del Consejo de Seguridad de ese organismo.
La aspiración de Colombia al Consejo de Seguridad de la ONU
Cosas del periodismo. La reunión del Presidente Juan Manuel Santos con el Presidente de Estados Unidos Barak Obama, y su presentación ante la ONU, fue opacada tanto por el libro de Betancur como por la noticia de la muerte del “Mono Jojoy”, pero a su vez, este último hecho le sirvió a Santos para argumentar más la aspiración de Colombia de hacer parte del Consejo de Seguridad de la ONU, en el periodo 2011 -2012.
En una interesante discurso ante la ONU, Santos Calderón presentó muy bien la situación del país y su compleja realidad, como consecuencia del problema del narcotráfico, que es corresponsabilidad de toda la comunidad internacional, como también del terrorismo, por la acción de grupos retrógrados como las FARC, que persisten en métodos violentos bajo el pretexto de buscar un cambio social, pero que lo único que han logrado es causar dolor y tristeza, y estancar el desarrollo del país.
Santos Calderón considera que la tradición de Colombia en el respeto a la Carta de la ONU y la capacidad técnica y operativa que ha desarrollado en la lucha contra el crimen y el terrorismo, aseguran que su paso por el Consejo de Seguridad de ese organismo sea de buen provecho para el resto de Estados miembros.
Entre otras razones de Colombia que avalan su aspiración, el Mandatario mencionó “temas como el de la seguridad; la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico; el combate al comercio ilícito de armas pequeñas y ligeras; la erradicación progresiva de las minas antipersonal; la asistencia humanitaria; el desarme, la desmovilización, la reintegración de grupos armados ilegales, y –algo muy importante– cómo hacerlo defendiendo siempre los derechos humanos”.
Es válida y legítima la aspiración de Colombia al Consejo de Seguridad de la ONU, del cual ha hecho parte en otras oportunidades. El país esperaría el apoyo de Estados Unidos para este gran propósito, que como todo en la vida tiene sus costos y beneficios, pero que le servirían a mediano y largo plazo al país para consolidar el liderazgo que debe tener en América Latina, en una coyuntura en la cual ese papel lo han asumido gobiernos populistas y que no han aclarado del todo sus relaciones con las agrupaciones terroristas que, a pesar de la muerte de personajes como “El Mono Jojoy”, todavía operan en nuestra amada Colombia.