Se fue Kaleth, entonces fue cuando nos dimos cuenta que habíamos perdido a un genio creativo; murió Martín Elías y perdimos a la promesa más prominente del canto vallenato; se nos va Omar y a través de los medios de comunicación toda Colombia y el mundo de habla hispana se da cuenta que estábamos frente a un talento con talla mundial, maestro con trashumancia de juglar moderno, claro; el pueblo igual que cuando se fue Diomedes, abarrotando todos los espacios.
Omar era más de lo que se veía en Valledupar, es urgente organizar nuestro patrimonio, material e inmaterial, ¿y qué hacemos con la nueva ola? No les digan ‘salchipapas’, reconozcamos sus talentos; he ahí el ‘Churo’ Díaz, un cantante de categoría con todos los juguetes; Elder Dayan Díaz, promesa del vallenato; Diego Daza, un talento como cantautor; Rafa Pérez, voz para el 2050; Ana del Castillo, se puede parar al lado de Ana Gabriel sin temor alguno, Ana nos puede representar muy bien en el exterior. En Riohacha hay un joven que canta el vallenato tradicional con pelos y señales, se llama Oscar Gamarra. Ahora no vayamos a condenar al Mono Zabaleta al ostracismo, su frase contó con mala suerte. Omar murió, si eso no ocurre seguramente ellos habrían arreglado las cosas. El perdón es divino y quien lo concede, concede algo divino.
Muchos dirán: si la nueva ola no canta vallenato tradicional, para qué darles tanta importancia. Yo les respondo, ¿y de qué ha servido rechazarlos? Dejemos que ellos hagan su trayectoria, con su música logran calidad de vida, para ellos y su familia, respetémoslos, es verdad que algunas de sus grabaciones tienen una clara tendencia hacia la música urbana, de la cual no se origina el vallenato, si no en una moda impuesta por Centroamérica, la música urbana factura millones de dólares, más que el vallenato, en eso hay superioridad, pero en calidad no, falta creer más en nosotros mismos.
En eso ellos deben ser claros al llegar a la radio y decir, esto es vallenato alternativo fusionado, sobre todo porque nuestros locutores parece que no saben para dónde va tabla, les hace falta criterio para llamar a esta música por su nombre y se refugian en la descartada frase de la evolución del vallenato. Sin embargo, uno los oye hablando con tanta autoridad, comparando a Omar Geles con sus antecesores de los cuales él bebió, igual que lo hice yo con mis antecesores, los cuales son mis maestros y no congelados.
Rosendo Romero Ospino