Reflexión navideña

Hoy se cierra un ciclo más en nuestras vidas. Aunque, desde un punto de vista práctico, solo se trata del cambio de un mes al siguiente, para nosotros, los humanos, el fin de año tiene un significado especial. Es el momento en que hacemos un alto para mirar atrás, evaluar lo vivido y proyectarnos hacia adelante. Cada 31 de diciembre marca el fin de una vuelta completa de la Tierra alrededor del Sol, y de alguna manera, lo vemos también como una metáfora de nuestra existencia.

La vida, como el año, es un ciclo: comienza con el nacimiento, se enriquece con las experiencias y, finalmente, concluye. Sin embargo, esta certeza no debe ser motivo de miedo. Al contrario, debería ser un poderoso recordatorio de que cada instante que vivimos es único, irrepetible y valioso. Es un llamado a saborear cada segundo, a valorar lo que tenemos y a vivir con propósito.

Nuestra existencia es limitada, un recurso finito que debemos administrar sabiamente. En Colombia, la expectativa de vida de un hombre es de 74 años. Eso equivale a unos 27,000 días. Imagínalo como un gran calendario con una hoja para cada día. Al nacer, ese calendario está lleno, pero cada amanecer arrancamos una hoja, y así, poco a poco, se vacía. En mi caso, a mis 51 años, ya he arrancado más de 18,000 hojas, es decir me he gastado las dos terceras partes de mi vida. Este pensamiento no es para llenarnos de angustia, sino para recordarnos que el tiempo es el recurso más valioso que tenemos y que, por lo tanto, debemos aprovecharlo al máximo.

Pero, ¿qué significa aprovechar el tiempo? Para algunos, será alcanzar metas materiales; para otros, acumular momentos de alegría, experiencias significativas o aprendizajes profundos. Sea cual sea tu definición, lo importante es no perder de vista el propósito final: ser felices, pero de una forma que también aporte al mundo y a quienes nos rodean. Nuestra felicidad no debe construirse a costa de los demás, sino como un reflejo de la armonía que creamos en nuestro entorno.

Al llegar a este punto del año, es natural hacer preguntas: ¿Qué logré en estos 365 días? ¿Cumplí mis metas? ¿Me permití ser feliz? ¿Aporté algo significativo a los demás? Si tus respuestas son afirmativas, te felicito; significa que estás viviendo con propósito. Pero si no fue así, quiero recordarte algo importante: ni el pasado ni el futuro existen realmente. Solo tenemos el presente.

El pasado es historia, un conjunto de lecciones que nos han traído hasta este momento. El futuro es un misterio, un lienzo en blanco lleno de posibilidades. Pero el presente, este instante que estás viviendo ahora mismo, es lo único que realmente importa. Por eso, enfócate en lo que puedes hacer hoy para acercarte a tus sueños, para ser mejor y para disfrutar de la vida.

También quiero recordarte que no estamos solos en este viaje. Para mí, tener a Dios como guía es fundamental. Confiar en su plan no significa esperar milagros sin esfuerzo, sino trabajar con fe y determinación, sabiendo que lo que sembramos hoy dará frutos mañana. Si pones a Dios primero y actúas con amor y disciplina, lo demás llegará por añadidura.

El final de un año no es solo el cierre de un ciclo; es también el inicio de otro lleno de oportunidades. Aprovechémoslo. Que esta Navidad sea un tiempo de reflexión, gratitud y renovación. Que nos inspire a ser mejores personas, a vivir con más amor, generosidad y alegría.

La vida es un regalo frágil y poderoso. No dejes que el miedo al futuro o los errores del pasado te roben la dicha de vivir. En esta época, más que nunca, recordemos que cada día es una nueva oportunidad para brillar, ayudar al prójimo y construir un legado que trascienda.

Que la paz, el amor y la esperanza iluminen tu vida en esta Navidad y te acompañen en cada día del año que está por comenzar. ¡Feliz año nuevo!

Por: Hernán Restrepo.

Categories: Columnista
Hernán José Restrepo Muñoz: