“Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él…” Proverbios 23,7.Me llama mucho la atención la historia bíblica acerca de la actitud que asumió Jacob como padre cuando sus otros hijos le llevaron la noticia mentirosa de la muerte de José con la prueba de su túnica manchada con sangre y el relato que una bestia del campo lo había devorado y despedazado; llegando a exclamar que descendería enlutado y entristecido por su hijo hasta la muerte. La realidad era distinta, pasaron veintidós años hasta cuando supo la verdad: que su hijo José vivía, exclamando: “¡José, mi hijo, vive todavía¡¡Iré y lo veré antes de morir!”.
Decirle a alguien que no debe sentirse como se siente es una forma sutil de rechazo, porque la gente puede hacer muy poco respecto de lo que siente. El problema es que no perciben bien la realidad. Percibir mal la realidad nos hace sentir también mal. No podemos cambiar la manera de sentir, pero sí podemos cambiar la manera de pensar. Si lo que creemos no refleja la verdad, entonces lo que sentimos, tampoco.
Queridos amigos: el orden bíblico es conocer la verdad, creerla, procurar comportarse conforme a ella y dejar que lo que sentimos sea el resultado de nuestra obediencia. Cuando le damos más crédito a lo que sentimos, en lugar de creer la verdad, nuestras conductas serán tan inconsecuentes y mentirosas como la misma falsa realidad. Pero, cuando actuamos basados en una verdad y nos conducimos consecuentemente con ella, nuestros sentimientos se alinearán con la verdad y reflejarán la realidad.
Reza la declaración bíblica: “Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”. Toda lucha por mantener la libertad basada en una verdad trae esfuerzos, siempre hay que pagar un precio para asegurar la libertad y corremos el riesgo de perderla cuando la damos por sentado.
No somos víctimas indefensas haciendo equilibrio en una cuerda tironeada por las circunstancias y las personas. ¡Estamos unidos con Dios! A veces puede parecer más real la presencia del malo y la realidad de la maldad que la presencia y realidad de Dios. El enemigo de nuestras almas, el diablo, es el padre de mentiras y experto en engaños, es un enemigo derrotado; en cambio, nosotros estamos en Cristo, el triunfador eterno.
Por eso adoramos a Dios, para mantener constantemente ante nosotros sus divinos atributos a fin de contrarrestar las mentiras del mundo.
El verdadero conocimiento de nuestra identidad en Cristo determina grandemente nuestra salud mental. Un falso concepto de Dios y la aceptación de una realidad equivocada y mentirosa puede hacernos vivir una vida de tristeza y soledad; mientras que el aceptar la verdad de Dios contenida en las Escrituras puede hacernos vivir en reposo y libertad.
Mi invitación es a comprometernos con Dios y su Palabra, y actuar en consecuencia para disfrutar de las emociones resultantes de obedecerle. Si por ventura no podemos afirmarnos en la fe, o hemos desobedecido, tenemos la responsabilidad de hacer todo lo necesario para mantener una relación real con Dios. ¡Oramos para que Dios nos ayude siempre! Un abrazo real cargado de cariño en Cristo.