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Quejas por el mal estado de los monumentos en Valledupar

A casi tres años de aquella protesta, realizada por los miembros de la Fundación Colombia es Arte, con la que buscaba llamar la atención de las autoridades municipales y departamentales por el estado de los monumentos de Valledupar, la queja de los ciudadanos aumenta. El mal estado en el que se encuentra la gran mayoría de estos símbolos culturales o memoriales históricos, preocupa a quienes intentan ver reflejado el crecimiento social en la apariencia física de su ciudad.

 

“A los artistas nos duele el grado de deterioro que presentan las efigies, que son parte de la presentación de la ciudad. Por ello hace más de un año hicimos un diagnóstico que luego entregamos a las autoridades, pero hasta la fecha no hemos recibido respuesta alguna”  dijo en su momento John Peñaloza Almanza, vocero de la Fundación Colombia es Arte cuando, con la ayuda estudiantes universitarios de Bogotá, cubrieron las estatuas con un plástico negro, durante una hora. De esta forma invitaban no solo al político de turno sino al ciudadano de a pie a enterarse del estado real de sus monumentos.

Efectivamente, en esos días la protesta dio resultado y algunos de los monumentos fueron reparados de fondo o simplemente pintados, según la necesidad. Pero lejos de lo real, ese no fue el final de este problema. Solo fue un paño de agua que se colocó en esa oportunidad.

No es solo culpa o responsabilidad de la Alcaldía de Valledupar mantener el estado óptimo y estético de estas estructuras. Es deber del poblador común, velar porque se mantengan las inversiones que el gobierno realice en este respecto, argumentó la comunidad que está preocupada por los monumentos.

La mano delincuencial es la enemiga número uno del buen estado de las estatuas. Ejemplo de ello es la extremidad arrancada de la sirena del baleario Hurtado. Un caso más reciente es el de las gafas del monumento de Rafael Carrillo Lúquez, ubicado en la biblioteca departamental; sin duda algo que recuerda a lo ocurrido con la escultura de Alfonso López Michelsen, a quien le quitaron las gafas  para comercializarlas por estar hechas de cobre.

Los grafitis y marcas hechas con pintura, correctores y hasta lapicero son, en algunos casos, el principal testigo del actuar vandálico; este es el caso del monumento conocido como Los Poporos, ubicado en las cercanías del Coliseo Cubierto, y de Mi Pedazo de Acordeón, en el norte de la ciudad.

El aumento de personas que viven en la calle también influye o contribuye en la destrucción de estas figuras. Los llamados indigentes, no solo las usan como dormitorio o lugar para consumir drogas, sino que las invaden y las emplean como baño y lugar para abandonar sus desperdicios.

Por más que existan fundaciones como Aviva, encargadas de cuidar el patrimonio cultural de esta ciudad, o que la administración de turno tenga interés o se preocupe por el mantenimiento de estos memórales históricos, el esfuerzo debe estar atado a un proyecto educativo dirigido a  la comunidad. Así cada individuo se capacita en la vigilancia y protección de estos baluartes que conservan un pedazo importante de la memoria del pueblo.

 

 

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