En estos días, próximos a la presentación de mi libro ‘La voz vegetal del viento’, un diálogo con mis primeros encuentros con la poesía, afloran los recuerdos de mi hermana mayor Haydee, quien desde sus años escolares dio muestra de afinidad por la lectura y la poesía. Sinfonía en la memoria es aquel domingo de septiembre de 1964, cuando en nuestra casa en Mariangola la escuché declamar, por Radio Guatapurí, el poema “El Seminarista de los ojos negros”. Entre los estudiantes que participaban en el programa radial, los domingos, recuerdo a Leovigildo Rodríguez, quien aún sigue declamando.
Haydee nació en Valledupar el 16 de noviembre de 1946. Realiza sus estudios de primaria en el colegio La Sagrada Familia; el bachillerato lo inicia en la Escuela Normal de Santa Marta; pero por razones personales, el segundo semestre del grado cuarto lo termina en el Colegio Prudencia Daza de Valledupar (1964). Los dos últimos grados de bachillerato los realiza en el Colegio Biffi de Cartagena. En 1966 se gradúa, y en reconocimiento a sus cualidades académicas, el año siguiente es nombrada profesora del mismo plantel. Su visión era la universidad. En el Externado de Colombia, en Bogotá, al tenor del desvelo de los códigos heridos conoce a Martin Luciano Restrepo. Ambos se titulan abogados en 1972.
En 1973, empieza su vida laboral, como inspectora de Trabajo en Bogotá, y después en la Contraloría General de la República. En 1981, su esposo Martín Respeto Pertuz, atado a la nostalgia de su pueblo Pivijay, la convence para fijar su residencia en Barranquilla, porque la distancia le facilitaba los encuentros familiares. Muy pronto se adaptan a la nueva residencia. Ella empieza a ejercer la docencia en la Universidad Simón Bolívar, y luego se vincula a la rama judicial: en 1982, Juez Promiscuo Municipal de Soledad; en 1986, Juez de Instrucción Criminal en Barranquilla. Un año después, por concurso, ascendió a Juez Penal de Circuito, y luego es nombrada Fiscal delegada ante en el Tribunal Superior de Barranquilla. La disciplina y la responsabilidad fueron las bases para proceder siempre bajo los cánones de la rectitud y la justicia.
En 1995 fue destacada como “La Mejor Fiscal delegada del país”, y el fiscal general de la Nación, Alfonso Valdivieso Sarmiento, en ceremonia especial, en Bogotá, le entregó la medalla “Enrique Low Murta” (12/12/1995). Al día siguiente, en el Teatro Municipal Amira de la Rosa, de Barranquilla, la directora seccional de la fiscalía de Barraquilla, Josefina Retamozo de Fúquene, en un acto solemne resaltó el reconocimiento por ser elegida “Fiscal del año”.
El 28 de febrero de 1998, la tierra leve recibió su cuerpo joven y bello; su espíritu se fue a un lugar del paraíso. Aunque todo parezca un sueño (porque esa es la vida), un ritornelo de su espíritu hay en mi espíritu. Su legado genético son sus cuatro hijos: Luciana (médica), Marifer (psicóloga), Rosalyn (abogada) y Martincito (Ingeniero civil).
Por José Atuesta Mindiola