Mi alma vibra con los recuerdos de realidades sublimes a veces increíbles de sucesos en la historia de la Educación del Cesar. Comento las vivencias en la Normal María Inmaculada de Manaure en la década del 70, cuando juramos hacer realidad el casi inalcanzable proyecto de lograr su aprobación por el Ministerio de Educación Nacional, cuando aún estas funciones no habían sido asignadas a los entes territoriales.
Encontré allí docentes de ambos sexos, abnegados, apóstoles de la Educación, quienes se fueron hasta allá sin importarles las incomodidades encontradas: el mal camino, la dificultad de transporte, la carencia de luz eléctrica (sólo de 6 p.m. a 12 m.), el agua etc. Pero con una gran motivación, que no escatimaron el gasto de su propio dinero, ni horario, ni energía en pro de esas jovencitas por quienes su sacrificio, además de entregar su saber, en una relación enseñanza-aprendizaje representaba la máxima realización personal y profesional.
Su dedicación era total para lograr una educación de calidad. Las niñas venían de distintas poblaciones del Cesar: Chiriguaná, Chimichagua, Rincón Hondo, Poponte, Codazzi, San Diego, La Paz y Valledupar y algunas de La Guajira. Ellas fueron las depositarias de aquel cúmulo de conocimientos de unos docentes llenos de entusiasmo, que las hicieron luego poseedoras de los valores que hoy ostentan como buenas educadoras. Había un internado que albergaba a 80 jovencitas, atendidas en su integralidad por esos mismos profesores.
Relievo la encomiable labor de la tía Berty quien fue directora de internas; entregada con amor a sus deberes, altruista, conocedora y segura de sus capacidades, las que puso a disposición y en pro de la formación de aquellas adolescentes que le fueron encomendadas para su cuidado y orientación.
Fue la tía Berty poseedora de las virtudes de la mujer educadora integral. Sin que mediara interés alguno, solo el de servir, asumió con gusto y afecto ese llamado, esa misión con toda la connotación que lleva el ser la “tía” de cada niña que le había sido confiada. De manifiesta serenidad y humildad, soltando con mucha inteligencia, buen tino y acierto frases de consejo que llevaban implícitas la formación en valores a esa muchachada que dirigía.
Lo hacía con la dosis de autoridad necesaria para conducirlas a reflexionar sobre el actuar de cada una. Escuchaba amorosamente, con santo silencio y atención, las cuitas y congojas, así como las euforias y alegrías de cada una de ellas.
Los padres de familia y acudientes, la amaban y admiraban por su respeto, entrega y paciencia para atenderlos a ellos y a sus hijas, con sus consabidas recomendaciones. Puedo decir, sin lugar a equivocarme que en ese momento de la Historia de la Educación, el talento humano (las estudiantes con quienes se interactuaba en la Normal María Inmaculada de Manaure), era receptivo a la palabra y al ejemplo que siempre dio, edificando y reforzando la formación que traían del hogar o ayudando a enderezar entuertos con mucha paciencia. Destaco con igual mística a las profesoras: Virginia Gómez (Tía Vi), a Rosminia Guzmán (tía Rosmi), Merceditas Martínez e Isabel Pereira, con el mismo corte personal y profesional de entrega con el amor que se da a Dios y a los hijos. Continuarían Directoras de alta calidad académica, como la Magister Blanca Añez.
En efecto, cuán diferente es todo lo actual, con excepción de insignes educadoras conocidas en el Colegio Rafael Valle Meza, como Ana Cecilia Daza, María Luisa Hernández, Noris López, Myriam Guerra, Cilia Mejía y Danellis López, quien se lleva a sus alumnos a su casa para los refuerzos correspondientes, la seño Margoth y otras, quienes también se sacrifican y dan lo mejor de sí. Cómo desearíamos volver a esos tiempos de entrega y amor por nuestros estudiantes.
Hoy Bertilda Guerra, yace incapacitada en su lecho de enferma. Sus ojos “que tienen la placidez del agua en calma” son los que hablan, después de cumplir esta noble misión, testimoniada por algunos profesores y estudiantes, hoy ejemplo en la sociedad como los especialistas, Dioselina de Sprockel profesora del Colegio Loperena, Mariela Lara, Sonia Orozco, Consuelo Meléndez, Nancy Bayona, Mireya Aguirre, Jorge Molina, Cecilia Camacho, Joselina Romero y muchas otras que a menudo, en un desfile interminable, la visitan. Rodeada del amor de sus hijos: Oscar Iván, Rosa Paulina y Andrea, de sus nietos, sobrinos y hermanos.
Hoy la Escuela Normal Superior está dirigida por la Hermana Maritza Mantilla de la comunidad de las hermanas Salesianas, quienes lo hacen con mucho acierto. Son muchos los avances de ésta época, en el distinto ámbito; de estos avances mencionaremos dos: Con la asistencia del Ministerio y la Secretaría de Educación la adopción de tecnologías como herramientas pedagógicas, han introducido cambios significativos en la preparación de clases y en el desempeño académico.
Con la conectividad, los estudiantes han desarrollado habilidades informáticas, para la elaboración de blogs, facilitar la investigación, interactuar los docentes con los estudiantes para la elaboración de tareas. El mejor manejo y acceso a la información ha producido un notorio cambio en la mentalidad de los estudiantes. Atiende todos los grados, desde preescolar hasta el ciclo complementario (12º y 13º grados).
Desarrolla de manera simultánea dos experiencias interculturales, ambas importantes y pertinentes para la región y para la población atendida:
Un programa de formación de docentes indígenas de las etnias arhuaca, wiwa y yukpa que desean graduarse como normalistas superiores y con indígenas yukpa en un programa de bachillerato acelerado, para que puedan ingresar más adelante al curso de formación de normalistas superiores. Un aula de atención a niños y niñas desplazados por la violencia.
El programa de formación de docentes lleva 4 años y el de los niños 3 años. El primero es semipresencial y se realizan etapas de capacitación en Nabusímake, Sierra Nevada con los arhuacos, y en la Normal con los alumnos de las demás etnias.
Alrededor de estas experiencias, un grupo de docentes ha comenzado a investigar sobre comunicación intercultural y otros aspectos de la interculturalidad en la escuela. La Normal tiene la asignatura de etnoeducación, los estudiantes de los grados superiores realizan proyectos interculturales y monografías sobre el tema.
Todo esto ha generado una conciencia sobre la diversidad, la convivencia interétnica, la solidaridad y la función de la educación en contextos donde habitan varias etnias y hay situaciones de violencia afectando la población. Así se ha avanzado en la reflexión sobre los procesos de interculturalidad, y la sensibilización por los niños desplazados. Los docentes son preparados y sensibilizados, teniendo presente esta situación para que puedan trabajar con grupos vulnerables.
Por Giomar Guerra