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Recital en homenaje a la Independencia

El 4 de febrero de 1813, fecha memorable para la historia vallenata, en que una hidalga mujer, de madre vallenata y padre español, redacta y lee el acta de independencia; pero la academia oficial y las autoridades educativas le han dado poca trascendencia, a pesar de que el Concejo de Valledupar aprobó el Acuerdo 002 del 14 de febrero de 2004, que institucionaliza esta fecha histórica y ordena izar la bandera municipal en todos los establecimientos públicos, especialmente en los colegios.

Para que esta fecha no pasara en el silencio inerme, los poetas Eduardo Ortega y Martha Navarro, y el empresario cultural José Guillermo Silva, organizaron un recital poético en homenaje a la Independencia, el jueves anterior, en el salón- Tlon. Entre los invitados especiales: la hija del inolvidable Jaime Molina, Victoria Antonia Molina, excelsa declamadora que adornó la noche con la música angelical de su voz. El poeta Dimas Durán, declamador con aroma de sierra y raigambre de lluvia.

La profesora Martha Navarro, con los acordes de piano y guitarra de sus hijos, Frank y Albeiro, evocó a la heroína, declamando el ‘Monólogo de María Concepción Loperena’ de mi autoría, que transcribo:
“Antes de que esta noche de júbilo se hunda en las bóvedas del tiempo, ven Francisquilla, mi fiel criada, dejemos solos a los hombres ebrios que hagan suyas mis palabras de esta mañana. Soy de insigne alcurnia, tú más que nadie lo sabe. De mi padre viene el abolengo español que marca mi voz, y de mi madre, una hidalga vallenata, la figura de mujer que soy.
Cuando la sonrisa juvenil del espejo es fragancia en mi piel, un flamante capitán de la realeza conquista mi corazón, y pronto soy Doña María Concepción Loperena de Fernández De Castro. Nada material es vedado a mi alcance. Muchas mujeres envidian mi buena suerte, ingenuas ellas que se deslumbran por la sutil fortuna. Algo falta en la viña del Señor para que maduren todos los frutos. Mi alcoba fue regada por la ausencia enlutada de olor a hombre, por la abulia de ocres pesadillas. Una bola de nieve anduvo dentro de mí, goteando en lentitud, como si fuera racimo de lágrimas de mis esclavos.

En una de esas largas noches golpes de fragatas agitaron el naufragio de mis sueños, vi un ángel cabalgar sobre el lomo blanco de un caballo y me reveló la misión de abrazar el sol para quemar las naves del imperio.

Ahora mis congojas son vendaval de otro hemisferio. Ya es hora de que te vayas a dormir, quiero quedarme sola; pero antes escucha a los hombres que están todavía celebrando y cantan con sus guitarras. Francisquilla, mi fiel criada, guarda estas confesiones, lo que se habla a veces no es igual cuando se escribe. Algún poeta encontrará en la memoria del viento la sonoridad de estos versos libertarios”.

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