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Reacción en cadena

Por Jarol Ferreira Acosta

Día de la madre y mientras lees esto, publicado hoy en la prensa a manera de esparcimiento literario para lectores dominicales, tu mamá está interna en la clínica. 

De lo más deprimente de una clínica es que todos tus vecinos son personas caídas en desgracia: suicidas fallidos, ancianos desvencijados, niños chamuscados, hombres y mujeres podridos; es un edificio entero lleno de gente con la esperanza de tiempos mejores que parecen inalcanzables desde el presente turbio por asumir. Imposible no pensar en tu propia decadencia.

Te miras al espejo y notas líneas de expresión en tu cara, la primera manchita tatuada en tu pómulo por los rayos solares, tu primera cana oculta entre tu sien. Solo faltan unos días enfermo o como acompañante de un convaleciente para empezar a sentir el peso sicológico de la degeneración en tu cabeza.

Médicos y gente cercana que han pasado por circunstancias similares a las tuyas te dicen que durante la recuperación de los accidentes cerebro vasculares como el que hizo estragos en tu papá, terminan también enfermándose quienes lo rodean; como un virus que se propaga atacando lo más vulnerable de los organismos circundantes de este mal. Dicho y hecho, en tu desesperación por ayuda para resistir la dura crisis que esto plantea y aunque consiente del delicado estado de salud de tu mamá, terminas involucrándola y también ella se desmorona.  

A estas alturas te consideras una marioneta de los designios emocionales de los actuales sucesos. Poco a poco ves cómo la ansiedad y la depresión van ganando terreno en tu casa hasta llegar al punto en el que de tantos sobresaltos, trasnochos e inapetencias, tu mamá termina ingresando a la misma sala de urgencias en donde semanas antes ingresaste tú con tu papá. Luego de tu última maratón a urgencias con él, ella sufre una obstrucción de la laringe que le impide el paso incluso de líquidos hacia el estómago, regresándolos por la nariz cada vez que intenta beber o comer algo. Impresionante ver como gotean sus fosas nasales luego de intentar tomar agua.

En cuanto a ti, de no ser por el soporte moral de familiares cercanos, amigos y tu fortaleza física que aunque disminuida te acompaña, quién sabe como podrías seguir en pie para poder seguir dando soporte a tu familia y continuar escribiendo esta historia para leer y desechar de domingo a domingo en el periódico. 

 

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