Con ocasión del inicio de la nueva temporada escolar tanto para niños, niñas y adolescentes, es importante plantear la necesidad y el compromiso de garantizar una educación con equidad de género para formar personas con miradas más justas y democráticas acerca de la realidad social, e incentivar las investigaciones de la situación de las mujeres y las niñas.
Es trascendental una eficiente labor educativa desde edades tempranas para sensibilizar a más estudiantes que no saben nada de género o equidad, y no solo a quienes ya tienen algún interés por los temas. Las aulas de clases son un contexto definitivo para la identificación de los primeros síntomas de la violencia, ya que educar en la equidad previene la violencia de género.
Desde las aulas se puede fomentar la eliminación del falso mito del amor-posesión y fomentar relaciones afectivas basadas en la igualdad, la libertad y el respeto, permitiendo a los adolescentes replantear su cotidianidad y transformarla en función de la equidad; promoviendo no solamente buenas prácticas feministas, sino también fomentando las nuevas masculinidades para estar mejor preparados para interactuar con la sociedad.
Por lo tanto el espacio educativo junto a los docentes es un binomio perfecto para romper estereotipos de género, siendo clave en el desarrollo de los valores de los menores. Desde las aulas de clase se debe promover el cambio, otorgando a los estudiantes los conocimientos para acercarse a la realidad y reconstruirla desde una perspectiva de género, para comprender e interpretar el mundo que nos rodea teniendo en cuenta que la equidad de género es un derecho humano, y que las inequidades estructurales y las relaciones desiguales de poder hacen que las mujeres y los hombres no gocen de los mismos derechos.
Estas reflexiones e ideas y reflexiones son para los maestros que pueden transformar la vida en las escuelas como una renovación pedagógica, a un sistema educativo donde persisten situaciones de discriminación hacia las alumnas que no percibimos, pero es lo que conocemos como currículo oculto y tienen tanta fuerza que pueden determinar lo que hacen y eligen los alumnos, tanto en su vida como en su carrera profesional o formativa.
Entonces empecemos con nombrar en femenino y en masculino, incorporar la historia y los saberes de las mujeres, reconocer y valorar a las alumnas, las maestras y las madres en las escuelas.
Estas son algunas de las propuestas que transforman los colegios y escuelas en espacios de libertad e igualdad.
Ofrezcamos todo tipo de juegos y juguetes.
* Invitémosles a que investiguen nuevos papeles y situaciones, animando a que jueguen tanto a las casitas, como al balón, a pintarse, a bailar.
* Pongamos a su alcance distintos tipos de cuentos, distintas imágenes que presenten a niños, niñas, hombres y mujeres, en situaciones parecidas o como protagonistas no estereotipados.
* Ayudémosle a que expresen todos sus sentimientos (llorar, reír, ser dulces o rebeldes).
* Evitar frases como: “los niños no lloran” o “esas son cosas de niñas”.
* Intentemos dirigirnos a niñas y niños con el mismo tono de voz, usando expresiones parecidas. Evitemos el uso de diminutivos e infantilismos al dirigirnos a las niñas (¡que mona eres!, ¡pareces una princesa) y expresiones prepotentes al hablar con los niños (¡estás hecho un machote!)
* Animemos a las niñas a que corran, se muevan, ocupen más espacios, jueguen al aire libre con otros niños y niñas (actividades físicas y de equipo)
* Propongamos a los niños juegos tranquilos, reposados y caseros
* Hagamos que niñas y niños participen en tareas domésticas en forma equitativa (poner o recoger la mesa, ordenar los juegos).
Aparentemente está última orientación coeducativa se vincula con la familia, unos aprendizajes que tienen lugar en el ámbito del hogar. Sin embargo, la escuela tiene entre sus fines dotar de las capacidades y destrezas que permitan un desarrollo personal autónomo e independiente.
*Propuestas tomadas del libro “Aprendamos a compartir- guía didáctica de educación no sexista”, www.educacionenvalores.org
Por Beatriz Clemencia Ramírez David*
Facilitadora en género e inclusión social