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Rafael Carrillo y sus discípulos

Rafael Carrillo Lúquez.

Sin entrar en el origen del vocablo latino de discípulo, ni a los referidos al pensamiento religioso, de acuerdo al Diccionario de la Lengua Española es aquella “persona que aprende una doctrina, ciencia o arte bajo la dirección de un maestro”. En su segunda acepción: “Persona que sigue la opinión de una escuela, aun cuando viva en tiempos muy posteriores a los maestros que la establecieron. Discípulo de Aristóteles, de Platón, de Epicuro”. Son entonces, las personas que defienden las ideas, doctrinas y métodos de un maestro, o los que lo siguen cuando funda una escuela, en especial de filosofía.

Todos los filósofos han tenido sus discípulos de recordación y exaltación que continuaron sus enseñanzas. Sócrates tuvo a Antístenes y a Platón; este a Aristóteles; Husserl, a Heidegger; este a Hannah Arendt, a los naturalistas Karl Lowith y Hans Jonas, así como a Herbert Marcuse y Hans Georg Gadamer.

Rafael Carrillo, en sus cinco décadas como profesor de latín, literatura y filosofía, en colegios de bachillerato, pero, además, como maestro fundador de una escuela de filosofía como el Instituto de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional, formó varias generaciones de abogados, sociólogos, literatos y filósofos, que más tarde descollaron en sus disciplinas a nivel nacional e internacional.   

Entre sus discípulos, en distintas décadas, y solo para mencionar algunos, porque la lista es larga, se destacan el filósofo y crítico literario Rafael Gutiérrez Girardot, quien fuera su alumno en el Instituto de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional. Dirigió el Departamento de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Bonn – Alemania, donde culminó su vida académica. Autor de varios libros, ensayos, y traducciones.

Filósofo y crítico literario Rafael Gutiérrez Girardot.

El poeta Fernando Charry Lara, quien hizo parte del movimiento literario ‘MITO’ (1955 – 1962) liderado por Jorge Gaitán Duran, Héctor Rojas Herazo, Eduardo Cote Lamus, Jorge Eliecer Ruíz y Rafael Gutiérrez Girardot. Su discípulo en el colegio “Ramírez” de Bogotá.

El literato, cuentista, Alfonso Fuenmayor, perteneciente al grupo literario ‘La Cueva’ de la ciudad Barranquilla, conformado entre otros por el premio Nobel de literatura Gabriel García Márquez, Ramón Vinyes, José Félix Fuenmayor, Álvaro Cepeda Samudio, Germán Vargas, Alejandro Obregón, Orlando Rivera y Néstor Madrid Malo. Su discípulo en el colegio “Ramírez”.

El exministro de Minas y periodista Juan Fernández Renowitzky, propietario del Periódico ‘El Heraldo’ de la ciudad de Barranquilla, quien fuera su discípulo en el Instituto de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional. Fernández hizo una reseña para la Revista de Indias’ sobre el libro ‘Ambiente axiológico de la teoría pura del derecho’ de Carrillo, en 1947.

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El abogado, magistrado y presidente del Consejo de Estado, Humberto Mora Osejo, quien fuera su discípulo en el Instituto de Filosofía y Letras de la Nacional.

El médico y exrector de la Universidad Nacional, Fernando Sánchez Torres. Su discípulo en el colegio “Americano” de Bogotá. El analista político Francisco Cortés Rodas, columnista del periódico El Colombiano. Su discípulo en la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional.

El lingüista Carlos Patiño, el matemático Jesús María Castaño, el diplomático Álvaro Bonilla Aragón, las historiadoras Isabel Sánchez y Carmen Ortega Ricaurte, el analista de asuntos educativos Daniel Ceballos Nieto, la profesora y traductora Angela Mejía.

Otros discípulos: los filósofos Rubén Sierra Mejía, Víctor Florián, Gerardo Muñoz, Gonzalo Serrano, Numas Armando Gil Olivera, quien ha escrito sobre el maestro y compilado sus traducciones para la Universidad del Atlántico. Igualmente, el recordado Ricardo González Maestre, hijo del rector del Colegio Nariño de Valledupar, quien murió ya finalizando estudios en 1973 en un accidente aéreo de la línea Tac (Transportes Aéreos del Cesar). La Universidad Nacional le entregó el título Post Mortis en Filosofía y se lo entregó a su padre, Ricardo González.

EL DISCURSO DE VALLEJO

El escritor Fernando Vallejo Rendón comenzó estudios de Filosofía y Letras en la Universidad Nacional en febrero de 1960, y quería escuchar al maestro, quien había llegado de Alemania y enseñaba ‘Heidegger’, el filósofo más importante del siglo XX. Heráclito y Heidegger son mencionados en su novela ‘El río del tiempo’.

Escritor Fernando Vallejo.

El 24 de septiembre de 2009, la Universidad Nacional le entrega el doctorado Honoris Causa en Literatura a este contestatario novelista. Comenzando su discurso, y en otros apartes, hace referencia al maestro Carrillo, diciendo lo siguiente: 

“En febrero próximo va hacer 50 años que entré a esta Universidad a estudiar Filosofía y Letras en la Facultad de la que era decano Rafael Carrillo, discípulo de Heidegger. Al año me fui, dejando la carrera empezada, y así he procedido en adelante, dejándolo empezado todo. Quién iba a decir entonces, que medio siglo después, ese muchacho inconstante, ese solemne irresponsable, que lo único que tenía era ilusiones, ya de viejo se iba a graduar de doctor, no por sus méritos, que no ha tenido ninguno, sino por la generosidad de ustedes. Cómo ha cambiado el mundo, que lo cuesta esto, que raro me siento. Ustedes han dejado de ser ustedes y yo hace mucho que no soy yo. A Rafael Carrillo, mi profesor de Filosofía y Decano de esa Facultad de Filosofía y Letras, que ya no existe, ya lo noté en mi libreta de los muertos, el inventario que llevo de los que conocí y se me murieron, y que van 750. A Heidegger no, porque no lo conocí, y no llena por lo tanto la segunda condición de mi libreta, la de haber estado, aunque sea un instante al alcance de mis ojos, siendo la primera, claro, que el vivo se halla muerto.

En fin, si quieren saber de Heidegger y de Rafael Carrillo, los encuentran en Google, en internet, están muy olvidados. Que yo esté muerto no me preocupa, lo que me aterra es el olvido. Cuando me muera, si es que estoy vivo, seguramente algunos de ustedes me recordarán, cosa que por anticipado les agradezco, y me tranquiliza, aunque no del todo, porque cuando ustedes se mueran, qué, ¿quién me va a recordar? ¿Google, su Wikipedia? Google y su Wikipedia son el basurero del olvido, a mí me gusta que me recuerden neuronas vivas, no átomos muertos, microchips.

Pues para terminar con Heidegger y sus existencialistas, al que sí pude poner en mi libreta de los muertos fue a Sartre, porque lo vi de cerca en la plaza Novona de Roma, en el ‘Trescaline’, un café muy famoso. Ahí estaba con su esposa Simone de Beauvoir y con mi paisano Roberto Triana tomando vino y hablando de Colombia y su tragedia. Pues entonces vivíamos en plena era de los decapitados, la de la violencia. Pues sea qué, por ponerse a gesticular al calor de los recuerdos de la patria, Roberto Triana le vació encima la copa a Sartre. El padre del existencialismo francés bañado en vino por un colombiano, qué horror, qué honor. A Sartre lo tengo en la S de la lista así: Sartre Jean –Paul; a Simone de Beauvoir en la B de Burro, aunque era muy inteligente, y a Rafael Carrillo en la C, Carrillo Rafael, en la que también tengo a Colombia, habida cuenta de que la Colombia mía también se murió, y junto con ella sus sueños de honorabilidad y decencia. Esa cosa rara que la reemplazó para mí no es más que una advenediza”. 

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Finaliza, diciendo: “Con los presocráticos, o sea, los filósofos anteriores a Sócrates, el hombre empezó a pensar en serio, el río de Heráclito en cuyas mismas aguas no volveremos a bañarnos nunca, me acompaña desde entonces. No volveré a bañarme en el Cauca de mi niñez, ni oír a Rafael Carrillo al discípulo de Heidegger filosofando, ni a ver las manos de Alfonso Trendal trazando en el tablero las letras griegas de los fragmentos de los presocráticos Alfa, Beta Gama, Delta, Epsilon, Zeta. Todo se vuelve recuerdo, y uno se muere con ellos. La filosofía es una maravilla, me quedan debiendo señores el título de filósofo. No me volveré a bañar en el Cauca de mi niñez y en sus peligrosas aguas, pero por aquí vuelvo algún día por él. Mi agradecimiento por el que me dan esta noche y por su afecto”.

GOCE PAGANO

En el año de 1978 llegué a la capital de la república para iniciar mis estudios en la Facultad de Derecho de la Universidad Externado. En ese mismo año, en la Bogotá nocturna se inauguraba por parte de Cesar Villegas (alias ‘pagano’), Juan Gaviria y Gustavo Bustamante, un bar de diversión y tertulia llamado ‘El goce pagano’, ubicado en la carrera 13A con calle 23, una casa colonial del año 1745, donde se alojaron temporalmente Simón Bolívar y Manuelita Sáenz.

El sitio entre otras decoraciones tenía una imagen de Kafka, un cuadro de Tolstoi vestido de mujik (campesino ruso), y una pequeña fotografía de Simone de Beauvoir. Uno de sus propietarios, Gustavo, el más cercano a los visitantes, con sentido de la amistad, tuvo una actitud respetuosa y en particular exigía respeto para las damas; era buen lector, y contribuía en esas largas noches de bohemia, a los diálogos, los libros (de Nietzsche, Freud, Sartre, etc.), la poesía (preferiblemente de los ‘Nadaistas’), se bailaba la música salsa (‘Pedro Navajas’ de Rubén Blades, ‘El periódico de ayer’, de Héctor Lavoe, ‘El Carretero’ de Portabales) y se inventó los ‘Papeles del Goce Pagano’ con escrituras de los clásicos, registrando también, las conversaciones de política, arte, literatura y filosofía; así como las personalidades que por allí pasaron, y las charlas que dictaban.     

Al Goce Pagano asistían, en la década de 1980, discípulos y colegas del profesor Carrillo de la Universidad Nacional en llave con algunos del Externado que por las tardes estudiaban filosofía en la primera; salían de clases, y asistían para divertirse, para tener una controversia crítica sobre los problemas del país. También allí se encontraban con estudiantes y profesores de las universidades Libre, Distrital, Central, y otras, con sede en el centro de la ciudad. El sitio fue el lugar para el escondite de muchos intelectuales y rebeldes. Por allí pasaron Gabriel García Márquez (septiembre de 1983, ya había recibido el premio nobel), Enrique Santos Calderón, Antonio Caballero y otros de la Revista Alternativa; Germán Vargas, Gustavo Petro, Fanny Micke, el escritor brasileño Jorge Amado, los músicos cubanos Pérez Prado y Celina.

Pongo en contexto el tema porque una compañera de estudios, Rosa Helena Cascante, me envió la copia de uno de esos ‘Papeles del Goce’ donde se registra que el 26 de septiembre de 1996, dos meses después de la muerte del profesor Carrillo, sus discípulos y colegas de la Universidad Nacional le rindieron allí un homenaje, donde se distribuyó una entrevista del maestro (7 de marzo de 1986), se presentó un video por parte de su discípula Liliana Guzmán sobre una fugaz conversación con su maestro el último año en Valledupar, que bautizó ‘Rafael Carrillo, un puente hacia la modernidad’ (el video lo conocí en su momento y perdí el rastro de su propietaria), y cerró el acto el filósofo Rubén Jaramillo Vélez con una charla sobre ‘Rafael Carrillo, pionero de la filosofía moderna en Colombia’.   

De saber en vida el maestro Carrillo que en ese sitio asistían sus colegas y discípulos para hablar de filosofía se hubiese alegrado mucho. Quería que la filosofía se popularizara e hiciera parte de la función ordinaria de las personas. Así la concibieron los primeros normalizadores de América Latina. El maestro, por fuera del aula, lo hacía en las cafeterías, y en su afán de socialización del estudio de esta disciplina, a sus discípulos les regalaba fotocopias de ensayos y reseñas filosóficas recónditas que solo él las encontraba.  

Al maestro lo seguiremos recordando este año 2021, lo haremos el 17 de julio en los 25 años de su muerte, y el 25 de agosto en su natalicio 114. No lo olvidamos.

Por: Carlos Elías Lúquez Carrillo

Categories: Crónica
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