Nadie se esperaba la muerte, todo comenzó con un desacuerdo, que después de varios insultos, golpes y heridas, culminaron en una tragedia que muchos recuerdan, pero pocos observan la relación tan grande, que existe entre la ira y la demencia.
Muchas madres dicen que no saben qué les pasa, pero que cuando están de mal genio, les pegan a sus hijos de forma incontrolable, sin saber porqué, ya que después se arrepienten, y logran comprender que lo ocurrido, no era para tanto. La causa es la rabia, que cuando llega nubla la mente, disipa la razón y hace que se abra la puerta a la demencia, la locura, al olvido. Una vez escuché a un rabino que le brindaba un consejo a sus estudiantes, y les dijo: no permitan que la rabia toque sus corazones, porque la ira hace que olviden todo lo aprendido. Bueno, todos en la vida somos estudiantes, y cuando permitimos que la rabia se apodere de nosotros, olvidamos quiénes somos, lo mucho que amamos nuestra familia, lo necesario que es un empleo o cuánto apreciamos una amistad, todo, queda en el olvido.
Existen personas, que por falta de carácter, suelen ser permisivas con todo el mundo, y con el tiempo, tanta permisividad las lleva a sentirse asfixiadas, ya que nunca lograron saber, qué hacer para que les respetaran sus límites; con el tiempo, surge la desesperación y la ansiedad al ver sus terrenos con tantos invasores, que los lleva a sentir tanta rabia, que terminan en una crisis emocional y un diagnóstico de demencia, que nadie comprende.
La rabia suele aparecer en la infancia, debido al abandono, las heridas de rechazo, las humillaciones y el mal trato recibido por padres, hermanos, familiares o cuidadores, dichos factores, hacen que crezca en nosotros la incapacidad de comprender al otro, de sentir amor por alguien, inclusive hacia nosotros mismos. Es como si se rompiera el vínculo de amor con cualquier otro ser humano, y al crecer, justo en el momento donde debe aparecer la comprensión, el respeto, la tolerancia y la paciencia hacia el otro, se desborda todo el sufrimiento vivido en la infancia, haciendo que olvidemos quiénes somos, y los sueños que tenemos de olvidar la infancia vivida, y gozar de la vida, que jamás hemos tenido.
No es fácil sanar, pero sí decisivo para cortar con la rabia y los episodios de locura, que hacen que nos separemos de todo el mundo. Todo aquello que no toleramos en otro, es una muestra de algo que no toleraron en nosotros, y damos de lo que recibimos, si no somos capaces de dar amor, de dar respeto y comprender las debilidades del otro, es hora de aceptar que nadie estuvo ahí para reconocer las nuestras, cuando más lo necesitamos. Reconocer es el primer paso para sanar, para perdonar, y vivir una vida más tranquila, más serena, en armonía con los demás y con nosotros mismos.
Sana tu pasado, abraza tu infancia, reconoce lo que nadie ha reconocido en ti, para que vivas una vida tranquila, y la locura no llegue a arrebatarte los sueños, de vivir una vida con propósito, y no fruto de una rabieta, que todos recordarán, pero muy pocos comprenderán, que fue la rabia que te hizo olvidar.
Por: María Angélica Vega Aroca.
Psicóloga