Gobernar con el poder del ejemplo y la fuerza de la razón debe ser la quinta esencia del gobernante, sabido de que el mejor negocio del mundo es ser honesto, por el buen testimonio, el respeto que se gana y los réditos que con creces se obtienen para confianza del gobernado en el manejo de la cosa pública.
Sin embargo, el ser humano es atraído por lo prohibido y subrepticiamente se apropia de los bienes del Estado.
Y esto no es ideología de izquierda ni de derecha, porque en ambos bandos hay corruptos, que no escapan a la tentación por la dádiva, el jugoso soborno, los entramados y las copiosas mermeladas derivadas de la contratación pública que financia campañas políticas y otras malas prácticas.
No es un tema de pergaminos sino de principios, ecuación que viralizó a Sergio Fajardo luego de cuestionar al exministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, como nuevo codirector del Banco de la República, porque en su criterio este nombramiento no solo socava la independencia del emisor, sino que además atiza la inconformidad social expuesta por la reforma tributaria que dio lugar al paro nacional.
La excelencia es la mejor ideología y ser honesto es el mejor negocio, precedente que sentó en Uruguay el exjefe de Estado, José ‘Pepe’ Mujica, de ideología socialista, ejemplo que se podría replicar en Colombia sin el refrito del castrochavismo, expresión populista de coyuntura electorera para crear un estado de miedo, de ser expropiado, cuando no queda nada por expropiar, herencia nefasta de la privatización, mayor engendro de la corrupción.
‘Obras por impuestos’ es un programa que se incubó en el Gobierno del presidente Iván Duque, del cual quedaron los impuestos más no las obras, como pasó en el municipio de La Paz (Cesar), con el acueducto, un fiasco en materia de suministro de agua potable, para no mencionar el latrocinio de la conectividad de internet orquestada por el Ministerio de las TIC, para echar mano ahora a la presencialidad escolar al fracasar la virtualidad para las escuelas públicas más apartadas y olvidadas del territorio nacional.
Peor la criminal decisión de obligar a los niños a volver a las aulas sin condiciones sanitarias, sin vacunas y protocolos de bioseguridad muy frágiles.
Viene otra perla, para no ir tan lejos: pretender construir un Centro de Bienestar Animal en Guacoche, pero lo más insólito, al lado del colegio José Celestino Mutis, sin consultar a la comunidad. ¿Por qué no instalarlo en Valledupar, para reducir costos de operación del transporte de los animales y del personal requerido para el servicio? La inversión bordea los $4.000 millones.
Pero cuando uno piensa que los demás son tontos, el tonto es uno. Cuando tú ibas, ya yo venía. Para concluir que el soberano, el que anda de a pie y descalzo, el pueblo raso, el mismo de estrato bajo, aunque eufemísticamente ahora se clasifica por niveles sociales, no es tan tonto como creen sus gobernantes.