Siempre que suena un porro se siente la fiesta en corraleja. Una música que pone a bailar, así sea sin moverse, a todo el que la escucha, y si es en este mes, se acrecienta el entusiasmo en pueblos de Sucre, Bolívar y Córdoba. Enero mes de corralejas, de bandas, de fandango, de ron, de una fiesta distinta, centenaria, que ha inspirado a los buenos compositores; basta recordar a Lucho Bermúdez: Llega la fiesta de la patrona / ahí va la chica guapa y morena / el toro bravo salta a la arena/ y el más cobarde se enguapetona…
La corraleja más famosa es la de Sincelejo, a pesar de la tragedia de mil novecientos ochenta, cuando se derrumbaron los andamios y fueron numerosos los muertos y heridos; la fiesta se reanudó en el noventa y nueve. Con el tiempo, las corralejas, en lugar de ir decayendo, se han regado por muchos pueblos de la costa caribe, especialmente para las fiestas patronales. En todas se han registrado casos trágicos debido a la imprudencia de los borrachos y de los que se creen muy machos, se fue perdiendo el juego artístico, entre la fuerza del toro frente a la habilidad y la destreza del hombre.
Hace tres días fue en Turbaco en donde un hombre armado con un punzón hirió al toro, la sangre y el salvajismo acicateó a otros borrachos que la emprendieron contra el animal a patadas hasta cuando lo mataron. Fue el horror, y es cuando uno se pregunta ¿Quién es la bestia?
Nunca me ha gustado el sacrificio, por pura diversión, de los animales. Por ejemplo me parece un arte el toreo, pero hasta cuando llega el momento de matar al animal, se deberían salvar a los toros por cada faena que enfrentan; muchos poetas y compositores han imaginado el sufrimiento del toro, como en el canto Sangre en la arena de Orlando Beilis, aquí un fragmento:
“Hermano humano ¿qué tienes en las manos? /Tiene mucho filo y me estás haciendo daño /Hermano humano ¿qué cosas hice, hermano? /Estoy sangrando, Me estás matando, estoy temblando / Ya no puedo seguir parado, me estoy ahogando con mi sangre trago, trago / ¿Por qué te aplauden? Si yo me estoy muriendo / ¿Por qué me asesinas? Si yo nunca te hice daño”.
No es acabar las fiestas, eso es difícil, sino controlar a los que saltan al ruedo, seleccionar a los que quieren, como en la antigua Creta, porque el arte de enfrentarse al toro tiene su origen en la cultura cretense, demostrar sus argucias para evadir las cornadas de un pobre animal atolondrado que corre buscando una salida de salvación entre el grito de los asistentes. ¿Roma y sus gladiadores? En fin, las corralejas seguirán, estas apreciaciones mías no las van a detener, pero quizás, algún día, el hombre salvaje, el hombre bestia, lleno de mosto con vapores etílicos, pueda volverse tan noble como el toro.