¿Y quién dijo que yo voté por el No? ¿Y quién dijo que yo voté por el Sí? Sólo yo sé cuál fue mi voto. Por algo, durante los días de la campaña del plebiscito, defendí reiteradamente el carácter sagrado del derecho constitucional al voto secreto. Pero, además, hoy, ¿qué relevancia puede tener cómo voté?
Mi hermano Aníbal se comprometió abiertamente con el Sí, a pesar de no estar conforme con muchas de las prerrogativas a las Farc incluidas en las 297 páginas del acuerdo. Mientras tanto, mi hermana Irene, como directora del periódico El Mundo, concluyó que, a pesar de estar de acuerdo con muchas cosas positivas del acuerdo, votaría por el No, con la esperanza de que hubiera renegociación. A pesar de la diferencia de opiniones en cuanto al plebiscito, el domingo pasado, mis hermanos y yo reafirmamos nuestro afecto y nuestro compromiso por construir en Colombia un camino de paz mucho más plural, donde tengamos la civilidad de oír a nuestros contradictores y donde, a la vez, nuestros contradictores, con respeto, nos oigan.
Este es el camino que tiene que tomar Colombia, tras el empate técnico de este plebiscito: pasar la página de los comités y de los partidos por el Sí o por el No, unirnos todos y actuar con grandeza. Es necesario que cesen los discursos, en clave política, con miras a las elecciones del 2018 y que los dirigentes nacionales obren más allá de los intereses particulares. Afortunadamente, veo, tanto al Gobierno, como a la oposición, en una actitud constructiva y propositiva, esa que necesitamos para superar la radicalización.
Tras estas votaciones, los colombianos tenemos una oportunidad única para sellar un acuerdo histórico que no deje un sabor amargo en los ciudadanos. Como decía Einstein: “La paz no puede mantenerse por la fuerza: solamente puede alcanzarse por medio del entendimiento”. Así, debemos aprovechar este momento para buscar ese pacto por la legalidad al que nos hemos referido en columnas anteriores, hacia la concreción de un empoderamiento colectivo que asegure el camino hacia la paz. Y, para que ese consenso lleve a una “paz estable y duradera” tiene que incluir no sólo al secretariado de las Farc, sino también al Eln, a las Bacrim, a los reductos del Epl y a las facciones de las Farc que se han negado a desmovilizarse. Esto es indispensable, así implique que las negociaciones tomen unos meses más. Mientras el Gobierno y las Farc mantengan el cese bilateral, estoy segura de que conservaremos ese clima de calma que tan buenos resultados ha producido en términos de seguridad y protección a la vida.
Por el contrario, este no es momento para señalar a quienes defendieron el No, ni mucho menos para responsabilizarlos de situaciones violentas que, de ningún modo, tienen por qué presentarse. Todos debemos decirnos defensores de la paz y aportar a la consolidación de la senda de la no violencia, que, ya hace más de trece años señalara a mi hermano Guillermo Gaviria Correa y que sellara con su propia sangre.
Mucho he oído en esta campaña la frase de Gandhi, de que “no hay caminos para la paz: la paz es el camino”. Invito, entonces, a los colombianos a construir ese camino de paz, no con improperios, ni con acusaciones, ni con retaliaciones, sino con la generosidad y grandeza que este momento histórico nos pide.
*Presidenta Comisión de Derechos Humanos del Senado
Codirectora del Partido Liberal