X

“Queremos ver a Jesús”

Palabras de vida eterna

Por: Marlon Javier Domínguez

El Evangelio que se proclama en la Misa de este domingo quinto de cuaresma (Juan 12, 20 – 33) nos cuenta que:

“En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban:
– «Señor, quisiéramos ver a Jesús.»”

Algunos griegos, tal vez atraídos por los comentarios que se hacían de Jesús, de los milagros que realizaba, de sus continuas y abiertas disputas con los fariseos y los escribas, de sus elocuentes y conmovedores discursos o del atractivo que causaba en las masas que le seguían por doquier, tenían profunda curiosidad de ver a Jesús, de saber quién era, de escuchar sus palabras… ¿Por qué? Meditemos brevemente sobre ello y descubramos las Palabras de Vida Eterna que Dios nos dirige hoy.

Grecia es conocida por su idioma, del que provienen muchísimas palabras de otras lenguas, por sus mitos que narran historias sobre dioses y hombres, por sus guerras y sus guerreros, por el desarrollo de la democracia y la política (¡la verdadera política!), por el amor al saber, por ser la cuna de la filosofía y el epicentro en el que se desarrollaron grandes inventos, teorías científicas y doctrinas válidas incluso en nuestros días. Hablar de Grecia es hablar, sin duda, de discusión razonada, conocimiento, sabiduría, curiosidad por el mundo, la vida, los dioses, la verdad, la cultura, las costumbres, la felicidad…

Unos griegos quieren ver a Jesús. Quizás sea solo la curiosidad lo que les mueve o tal vez han descubierto que la ciencia y la sabiduría humanas, atractivas y buenas en sí mismas, no logran llenar sus ansias de infinito y eternidad. No lo sabemos, el evangelio no lo dice, pero ellos quieren ver a Jesús. Su situación es la de cada hombre y mujer de todo tiempo, de todo pueblo. Nuestra situación. También nosotros queremos ver al Dios hecho hombre aunque no lo pensemos de manera expresa, o aunque lo neguemos de manera tajante. Cuando queremos ser felices, encontrar la verdad y la sabiduría no deseamos otra cosa sino ver a Jesús, puesto que, como nos dijo alguna vez Benedicto XVI, “la felicidad que deseamos y de la cual tenemos derecho de gozar tiene un nombre y un rostro: el de Jesús de Nazaret”.

San Agustín de Hipona, buscador insaciable de la felicidad, luego de haber andado muchos caminos morales, filosóficos, económicos y religiosos tiene necesidad de afirmar: “tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé…” y, en otro lugar, “nos hiciste para ti, Señor, y nuestro corazón vive inquieto hasta que descanse en ti”. Y, si quisiéramos recurrir a las palabras de alguien que renunció por completo a la idea de Dios y que incluso quiso desterrarla de la mente de los hombres, podríamos leer los siguientes versos:
“¡Todos los riachuelos de mis lágrimas corriendo van a ti!
¡Y de mi corazón la postrer llama arde por ti!
¡Oh, vuelve a mí, mi Dios desconocido!
¡Mi dolor! ¡Mi última dicha!” F. Nietzsche

Todo ser humano desea ver a Jesús, él es quien satisface nuestros deseos de felicidad y ciencia, él es “el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre”, quien nos enseña que la vida tiene un sentido y que vale la pena vivir amando hasta el final, porque solo quien ama es verdaderamente feliz. ¿Quieres saber cómo se ama? ¡Mira la cruz!

Categories: Columnista
Marlon_Javier_Dominguez: