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Queremos carácter

Sin duda, lo que tanto no está faltando a nuestra sociedad y lo que es una de las principales causas, tal vez la más importante de la crisis en que nos encontramos: CARÁCTER.

¿Y qué es exactamente eso que se llama carácter? Hay muchas definiciones, pero la más apropiada es la que la define aquello que determina en una persona sus decisiones morales. El carácter tiene que ver con los pensamientos, y los sentimientos, con la historia y con la acción, se forma a través de la vida y todo lo influye. La educación moral de los niños es precisamente para darles carácter, para enseñarles a tomar decisiones correctas basadas en sólidos principios que les permitan distinguir claramente entre lo que está bien y lo que está mal.

Los cimientos del carácter se construyen en la casa, en el seno de la familia, y el carácter es a su vez uno de los lazos más fuertes del núcleo familiar, la base de toda sociedad.

Uno de los problemas más graves de nuestra sociedad es que nos olvidemos de este concepto tan básico, o lo relegamos a un segundo plano en la educación de nuestros hijos.

Le hemos dado prioridad, por ejemplo, a lo que ahora se conoce como autoestima, que no es otra cosa que procurar que las personas se sientan bien con ellas mismas.

Al darle prioridad a la autoestima por encima del carácter, se acaba formando una juventud narcisista, que se siente mejor con el enriquecimiento fácil y rápido que con el trabajo duro y honrado.

Parte de este enfoque equivocado en la educación de los niños obedece a que los padres ahora prefieran que sus hijos sean felices a que sean buenos. Es decir, se concentran más en los sentimientos que en el comportamiento. Una de las victorias de este enfoque es la disciplina y el respeto a la autoridad. Y una sociedad difícilmente puede funcionar adecuadamente si sus futuros ciudadanos crecen sin principios de disciplina y respeto.

Sólo les recomiendo a los padres que mi Dios los ilumine para que puedan forjar en sus hijos un poco más de carácter.

Y como es mi costumbre, trataré otros temitas: Muertes absurdas, entre las muchas formas de morir, sin duda alguna la producida como consecuencia de nuestras malas conductas en la vía pública, resulta ser una de las más absurdas. Son muertes que se hubieran podido evitar sólo con buen comportamiento y cuidado.

Las historias detrás de cada incidente de tránsito aterran en Valledupar: Niños que pierden la vida porque un carro a toda velocidad los arrolló, un mototaxista fallece por irresponsabilidad, un borracho se cruzó sin advertir el peligro, un ciclista que prefirió obviar la ciclorruta.

Claro, no todo es culpa del peatón. También hay que tener en cuenta la mala señalización, el estado de algunas vías, la forma cómo se conduce en la calle, particularmente las motos.

Nada justifica este tipo de incidentes que pueden ser evitables. Sólo basta con ser prudentes, mantener vehículos y bicicletas en perfecto estado, respetar las normas, no exceder los límites de velocidad.

Detrás de todo esto hay un fenómeno cultural hacia el cual deberían dirigirse todas las acciones del gobierno para comenzar a respetar la vida en la vía. Cuando se destruyó una señal de tránsito, cuando no se repara una calle, cuando se invaden los carriles es porque subyace en el comportamiento de la gente un desapego por la seguridad propia y la de los demás.

Por: Alberto Herazo 

Categories: Columnista
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