Por: Luis Rafael Nieto Pardo
Defensor público
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Traemos a colación la tan conocida estrofa de un tango, magistralmente cantado por Gardel, porque hace unos días se cumplió otro aniversario de su aparatosa muerte en el aeropuerto de la ciudad de Medellín.
Pero, de verdad, nuestro título de hoy obedece a la necesidad de resaltar dos aniversarios de vital importancia cumplidos en estos días, ambos íntimamente ligados a la garantía y protección de los derechos fundamentales y constitucionales de todos los ciudadanos del mundo.
La semana pasada se cumplieron veinte años de la terminación del Apartheid en Sudáfrica, el odioso y prolongado milenio de la aberrante discriminación racial, en la cual, prácticamente, a las personas de color se les consideraba totalmente negadas para tener acceso a cualquier clase de derechos, hasta el punto de que sólo podían frecuentar establecimientos exclusivamente diseñados y construidos para ellos; y ay de que alguno de ellos osara penetrar, o intentara siquiera acercarse a comprar en un sitio de “blancos”. Todo aquello, aparentemente acabó, con la llegada al poder de Nelson Mandela, el líder negro que por su lucha tesonera y obstinada contra esos atropellos y en procura de su restablecimiento, duró encarcelado y vilipendiado por más de dos décadas. Sin embargo, a pesar de las apariencias, aun persisten (incluso en nuestro territorio) oprobiosos ejemplos de discriminación racial, tal y como ha sucedido en las ciudades de Cartagena y Bogotá, donde a personas afro descendientes se les ha prohibido la entrada a discotecas y a otros sitios, supuestamente exclusivos de arios.
Pero no se crea que el Apartheid haya sido sólo algo exclusivo de Sudáfrica. No señores, la cuestión racial también ha jugado un papel importante, yo diría que demasiado, en la historia de los Estados Unidos. Todo aquello comenzó con la llegada masiva de personas del continente africano a las tierras del Tío Sam, los cuales llegaban como “mercancías”, traídos por los comerciantes de seres humanos (tratantes o traficantes de personas), que iban allá prácticamente de cacería, a capturar a los negros en sus lugares de origen, para luego negociarlos y convertirlos en esclavos de las plantaciones del sur del país. Situación que produjo tantas tensiones y conflictos, que todo desembocó en una guerra civil.
El estado que alcanzó la peor reputación en este aspecto fue el Estado de Alabama, acerca de la injusticia, ciego perjuicio y abyectos sistemas sociales fallidos. Y hablando de justicia, mi tema preferido, cuando de juzgar a un negro se trataba, los “perseguidores de Alabama” se levantaban a vociferar y a clamar pidiendo la muerte del juzgado, aunque la única prueba en su contra fuera simplemente el testimonio de una meretriz o un pordiosero.
Como el espacio apremia, terminemos diciendo que “aparentemente”, con la elección de Barack Obama como el primer presidente negro de los Estados Unidos, tal parece ser el final de esa larga guerra racial.
También por estos días se cumplen veinte años de la promulgación de nuestra nueva y tan promocionada Constitución Nacional, y para los que poco conocen del tema, deben saber que sus mejores conquistas fueron: la creación de la Fiscalía General de la Nación, la corte Constitucional, el Consejo Superior de la Judicatura; y lo mejor de lo mejor: la creación de la Defensoría del Pueblo. Tampoco cabe duda de que la mejor y más revolucionaria creación haya sido la Acción de Tutela, de la cual, según las cifras de las encuestas, se han beneficiado hasta la fecha más de quince millones de colombianos. Ha sido tan revolucionario y benéfico este mecanismo, que hasta con la sentencia de tutela Nº 629, se logró la protección de los derechos laborales de las trabajadoras sexuales, y eso es mucho decir… Pero para mí, lo más importante de este mecanismo, han sido los alcances en materia de protección a la salud de los menos favorecidos, al haberse puesto en cintura a los pulpos y carteles representados en las EPS.