Algunas personas son bondadosas cuando tienen el propósito de agradar o conquistar a alguien, otros lo son por temor o inseguridad, ya que no tienen la fortaleza interior para decir no, y obviamente, también existen quienes lo hacen, porque sencillamente, son bondadosos. Ya sea por estrategia, temor o convicción, la naturaleza de las personas, siempre se revela con el tiempo.
Escoba nueva, barre bien, y eso aplica para todo: relaciones de pareja, laborales, de cualquier tipo. Al conocer a alguien, solemos fijarnos en lo que hace, pero olvidamos que lo realmente importante es saber si lo hace por estrategia, temor o convicción. Cuando una empresa desea invertir en la contratación de personal, suele enfocarse en personas que hagan muy bien algo, pero deja de lado las motivaciones de cada uno de los aspirantes al cargo. Por ejemplo: necesitan una secretaria que maneje muy bien todo el tema de archivos, documentos, papelería y correos de la empresa, y les llega a entrevista, una candidata con amplia experiencia, que deslumbra a todos haciendo las funciones, y otra, con poca experiencia, que desespera a todos, ya que no se defiende muy bien realizando las actividades. Por obvias razones, contratan a la experta, quien al cabo de unos tres meses renuncia, ya que no logró adaptarse a la empresa. En cambio, existen empleadores que, por falta de candidatos expertos, terminan vinculando personal sin experiencia, que, para sorpresa de muchos, permanecen largo tiempo en la empresa, y no fue gracias a sus habilidades, fue debido a sus motivaciones.
Solemos enfocarnos, en qué hace la persona, pero lo que marcará la diferencia a largo plazo, es por qué lo hace. No es lo mismo hacer algo porque tus padres te lo exigieron, que hacerlo por elección propia, así como existe una gran diferencia, entre trabajar por necesitar dinero, a ganar dinero por dedicarse a una pasión. Lo que nos motiva, es lo que permanece, y para descubrirlo, se requiere interés y mucha atención. Por lo general, las actividades que realizamos de manera forzada o en ambientes estresantes, son difíciles de mantener, generan tensión, ansiedad, y muchos problemas, en cambio, las actividades que realizamos de manera voluntaria, y en ambientes propicios, todo fluye, el cuerpo se revitaliza y se presentan pocos retrocesos. Pero bueno, ya incluí un nuevo factor a la ecuación, el ambiente, muy importante, no podemos creer que una persona por muy hábil que sea, va a mantener su productividad, en un ambiente hostil, o rodeada de parsimoniosos, una fruta puede estar en perfectas condiciones, pero al meterla en medio de fruta en descomposición o en agua contaminada, ¿qué pasará?
Así como de nada sirve una persona hábil con malas intenciones, no sirve un dechado de virtudes en unas pésimas condiciones. La motivación y el ambiente, dos factores sutiles en los que muchas personas no invierten. En los hogares, los padres suelen creer que lo importante es que el niño haga tareas, arregle su cuarto, se aprenda la lección, lleve los platos a la cocina, que haga y haga, pero en medio de un ambiente tan pesado, lleno de gritos, insultos y humillaciones, que le producen ansiedad, miedo y tensión; los padres, creen que lo están motivando a estudiar y ser responsable, pero en sí, lo están motivando a ser suicida o fracasar en la vida.
Procuremos esparcir un aroma agradable cada día y generar un ambiente también propicio para el desarrollo de las motivaciones de los demás.
Por: María Angélica Vega Aroca – Psicóloga.