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¿Qué ponen los ciudadanos?

Somos folclóricos, latinos e indisciplinados, nos falta cultura ciudadana, no entendemos de jerarquías institucionales, ni distinguimos los límites de nuestros derechos y deberes. Diferencias incluso asimiladas en creencias, que solo han servido para profundizar los daños colaterales de una sociedad que se resiste a dimensionar su rol en el marco del estado social de derecho; que no asume responsabilidades, pero concibe al gobierno como el único responsable.

En ocasiones adoptamos el poder de la teleportación cuántica, para llegar a la época de las sociedades primitivas en las que había muy pocas normas, y las pocas que existían no emanaban del intelecto sino del simple uso de la fuerza. El más fuerte, el mejor armado, el más poderoso o el que más miedo infundía a quienes vivían a su alrededor era el que imponía sus reglas, que dependían exclusivamente de su voluntad. El modelo social estaba basado en dos conceptos muy básicos, el miedo y la sumisión; siendo una traslación casi calcada del modelo de convivencia de los animales: el más fuerte de la manada impone su ley a los demás.

La situación de la pandemia impuesta por el Covid-19 ha profundizado la crisis social, incluida las fricciones generacionales y el estrés continuo sobre el bienestar de las personas en todo el mundo. Esta nueva realidad insertó en el vocabulario colombiano el juego de palabras compuesto por aislamiento ‘Preventivo, Obligatorio, Colaborativo e Inteligente’, como estrategias que permitan retomar la productividad, pero sin vida social.

Mediante el análisis de estas tendencias el gobierno colombiano ha tomado decisiones acertadas y oportunas. Las medidas y acciones han servido para atajar la curva rápida de contagios, mientras era preparado el sistema de salud, advirtiendo eventuales casos críticos. No obstante, siempre asoma la objeción, en Colombia todo parece insuficiente; en efecto, así es, aunado el enfrentamiento político es sobresaliente y, las decisiones están bajo sospecha y la desconfianza, debido al fenómeno sofisticado de la corrupción. En este entorno, la ciudadanía al parecer no medita en la letalidad del virus, ni en la agenda noticiosa que mayoritariamente se refiere a la incidencia de la enfermedad, ni al cercano medio millón de victimas en todo el mundo.

Cabe advertir, que por más fuerte que sean los impactos de la pandemia, no podemos inobservar la situación económica de Colombia, sobre todo la relacionada con los indicadores de informalidad y desempleo. Reitero no podemos olvidar esta sensible circunstancia, pero esta situación no debe constituirse en desautorización de los mandamientos institucionales, ni mucho menos para desatender los tres sencillos protocolos,  lavarnos las manos con frecuencia, cumplir el distanciamiento social y usar tapaboca. Esta es la nueva realidad, hasta tanto no haya antídoto para el virus, como ciudadanos nos asiste tomar decisiones inteligentes.

Ante el irrespeto por la situación de salud pública y por el comportamiento insurrecto de algunos ciudadanos, el alcalde de Valledupar, decidió aplicar la medida de toque de queda en la ciudad. Como es habitual llovieron las razones para contrariar la decisión, muchos creen que la medida es desproporcionada y letal para la recuperación de vida productiva, en ambas consideraciones comparto las vías para el consenso. Sin embargo, con el mismo ahínco reclamo compromiso y responsabilidad por parte de la ciudadanía, este paso es perentorio para construir cultura ciudadana. A la Policía la invito a cumplir su deber, labor que admiramos y valoramos, entiendo que no tengan el don de la ubicuidad pero la autoridad debe prevalecer, porque de lo contrario los desadaptados generan caos, obligando al mandatario a las vías coercitivas, que en todo tiempo, son antipáticas, quebrantadas  y despreciadas.

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