En unos días, el año 2024 llegará a su fin. Antes de dar el salto a 2025 y dejarnos llevar, es hora de reflexionar sobre cómo ha sido este año para nosotros. Sin duda, 2024 ha estado lleno de acción en todos los frentes: económico, político, financiero y social.
El cambio más notable que se ha visto en 2024 es que los acontecimientos están empezando a tener un impacto global mucho mayor. Es como si el efecto mariposa se hubiera magnificado de repente. Lo que normalmente habría tenido un impacto local limitado ahora está generando efectos globales.
Las noticias trasmitidas por los medios de comunicación han estado llenas de sufrimiento en 2024. La guerra ha asolado tres continentes: el mundo ha seguido de cerca Gaza, Líbano y Ucrania, pero los combates en Sudán han sido los más mortíferos. Tormentas, tempestades, inundaciones e incendios han arruinado vidas y se las han llevado. Al mismo tiempo, la rivalidad entre los países que se ponen del lado de China y la alianza occidental liderada por Estados Unidos se ha profundizado. Este año turbulento ha arrojado nueva luz sobre algunas realidades importantes.
La humanidad en 2024 mantuvo la seguidilla de sus cambios profundos, lo que implica repensar en el devenir las necesidades de formulación de políticas económicas. El crecimiento global está rezagado.
El futuro del crecimiento debe orientarse hacia un mejor equilibrio entre cantidad y calidad. No basta con un simple “retorno” al crecimiento del PIB. Cada país debe emprender un camino único hacia el logro de un crecimiento innovador, inclusivo, sostenible y resiliente.
¿Qué podemos esperar en 2025? La mayoría de ustedes estará de acuerdo en que la única certeza es la incertidumbre. La razón es que ahora todas las fuerzas se están volviendo más poderosas: económicas, sociales, políticas, financieras, tecnológicas. Si las fuerzas poderosas se alinean, hacen maravillas. Pero cuando chocan, suceden cosas.
El panorama del crecimiento mundial se enfrenta a nuevos contornos caracterizados por choques económicos, tensiones geopolíticas, urgencia de la transición verde, cambio tecnológico y la necesidad de un nuevo contrato social.
El crecimiento económico ha sido desigual, entre regiones y países, y dentro de los propios países, lo que ha dado lugar a importantes desigualdades y persistentes bolsas de pobreza. Al mismo tiempo, el crecimiento que tenemos es destructivo para el medio ambiente y nos ha llevado al borde de un punto crítico de inflexión para el clima. Por eso el mundo necesita cambiar de marcha: pasar a un carril más rápido que pueda ofrecer no solo la cantidad de crecimiento que desea, sino también la calidad de crecimiento que necesita.
Mientras llueve en la aldea global en Colombia no escampa. Nuestras preocupaciones e incertidumbres constantes sobre la situación fiscal, el recaudo tributario, pagos de la deuda y el cierre del déficit de combustibles, tendrían comportamiento inmutable en 2025. Estos asuntos como los indicadores socioeconómicos y la política de paz total corren el riesgo de ser absorbidos por la campaña presidencial, muy voraz en la vigencia que está por terminar.
El concepto local ha sido muy golpeado en 2024, debido a la fuerza de los impactos globales. Sin embargo, el país, el departamento del Cesar y Valledupar, no dejan de ser mi interés primario. Prosperidad y salud en 2025.
Por Luis Elquis Díaz / @LuchoDiaz12