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¡Qué peligro!

La reciente encuesta de Cesar Caballero y luego confirmada por la de CMI, lo dejan a uno sin alientos; la posibilidad de un triunfo de la marioneta uribista, Oscar Iván Zuluaga, la “Z del zorro”, es una realidad estadística.

Los métodos violentos de la Ustasha, organización terrorista croata, fundada por Ante Pavelic, libro de cabecera de Hitler y de lo que aquí se llama Centro Democrático, lo hacen a uno poner piel de gallina. Se instauraría para siempre el para-estado y hasta nuestros sueños serían monitoreados.

Lo de Andrómeda primero y lo de Andrés Sepúlveda y la actriz Lina Luna, ahora, en plena campaña electoral, son una especie de desayuno, que nos indican cómo será el almuerzo; Dios nos coja confesados. Me resisto a creer que el pueblo colombiano que es tan feliz, sea tan obtuso políticamente y no entienda lo que vale la democracia.

Si esto llegase a ocurrir es porque la mente de los colombianos está alienada y en cuidados intensivos y ahí sí no hay nada qué hacer. Desde Rasputin en Rusia, no habíamos visto un encantador más eficaz que Alvaro Uribe pese a que su magia se devela en el tinglado y todos nos damos cuenta cómo es que funciona el truco. ¡Qué peligro, Dios mío! Estos nazi-hackers, vinculados a la campaña de Oscar Iván, no actúan solos; es claro que lo que se discuta en La Habana, de nada les sirve a los propios hackers pero sí a quienes los contratan que son los enemigos de la paz. Acabar la guerra es cerrar el mejor rubro para los que de ella viven.

Lo injusto de estas preferencias de sangre es que los hijos de sus promotores no van al frente de batalla; solo mueren los soldados campesinos ajenos a esa guerra Recordemos lo que le sucedió a Alemania, un país que le llevaba años luz al resto del mundo, en ciencia y fortalezas económicas; pero apareció un megalómano, como Uribe, que la sepultó. Ningún país, por poderoso que sea, debería estar gobernado por la irracionalidad y capricho de sus líderes, si a estos puede llamárseles así. El país tendrá que escoger entre la guerra y la paz, entre la inteligencia y la barbarie; estamos en el filo de la navaja.

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Otro sí.  No he podido entender cuál es la ganancia revolucionaria de quienes gozan destruyendo la infraestructura económica del país. Volar un oleoducto es como cortarle la vena aorta a la Nación.Tampoco entiendo por qué una comunidad se opone a su reparación si tan responsable es quien la destruye como quien se opone a rehacerla.

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Luis_Napoleon_de_Armas_P.: