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Que no pase otra vez y el ‘enchoyao’

“Ya pasó lo que nunca pensé que pasara”, dice una famosa ranchera y una frase que no me gusta repetir: yo lo dije, yo lo advertí.

Sí, desgraciadamente en un accidente de tránsito perdió la vida una persona joven con un futuro promisorio y al otro lo marcó el sino trágico de haber sido actor del accidente en días pasados en la carrera 8 con calle 9 del barrio Novalito. 

Yo lo dije, yo lo advertí, no una ni dos veces, ahí están mis columnas y los periódicos para quienes quieran constatarlos, pero ese clamor no tuvo eco, no fue oído por las autoridades de tránsito a quienes reiteradamente les suplicamos la instalación de unos reductores, para que los carros que transitan a gran velocidad se vean obligados a reducirlas y así evitar accidentes con muertos, como el que hoy nos ocupa; estoy seguro, porque la experiencia me lo ha enseñado, que cuando los choques son a baja velocidad, nunca hay fallecidos, sino heridos, pero cuando van con chancleta a fondo la tragedia es grande, no con uno sino con varios fallecidos muchas veces.

“Ya pasó lo que nunca pensé que pasara”, no permitan las autoridades de tránsito que se repita y ya, porque ya han debido de hacerlo, pero no lo han hecho, instalar los reducidores tal como lo hicieron administraciones pasadas en muchas partes porque sí oían y leían EL PILÓN; esperamos que ahora sí oigan esta urgente petición para que los residentes de la carrera Octava puedan dormir tranquilos y no esperando que en cualquier momento se meta un carro a su casa y les corte la vida y ojo, mucho ojo, que eso también puede suceder en la carrera Octava con calle 7ª A, donde la congestión con la construcción de un inmenso edificio es visible y peligrosa.

En estos días invité a un amigo a comernos una carne asada “Donde El Mono”, asadero ubicado en el barrio Cinco de Diciembre y me dijo que mejor era pedirlas, pues ahí ya no se podía ir por un vecino enchoyao que todos los domingos, amanecido, ponía un tocadiscos a todo volumen y salía uno con dolor de oído y ay de quién se atreviera a pedirle respetuosamente que le bajara. Pues ese señor borracho era un patán y contestaba con insultos, porque él, en su casa, hacía lo que le daba la gana y con la barrigota afuera y sin camisa le subía más el volumen.

Para constatarlo, fui a almorzar, porque los asados de carne oreada, punta gorda, lomo de cerdo y chorizos y rellenas son exquisitos, y tal cual ahí estaba el hombre en un temple de 3-15 con Poncho Zuleta, Diomedes y Tony Aguilar a todo pulmón y me atreví a preguntarle que si podía bajarle el volumen, y pa qué fue eso, energúmeno me dijo que no, que no podía porque él estaba en su casa y en ella hacía lo que le daba la gana y le subió más e hizo coro con Tony cantando “Sonaron 4 balazos”. Ese señor, si así se le puede llamar, le está alejando la clientela al Mono y, lo más grave, ante la mirada indiferente de muchos agentes de la policía que ahí llegan a almorzar y le llaman la atención y más demoran en irse, cuando engancha con más ganas, con unas cervezas vestidas de novia que me provocó pedirle una, pero me dio miedo, pues no sé cómo será bueno y sano, pero borracho es un “enchoyao”.

Cómo me dolió no haber podido acompañar, por motivos de salud, a la gran familia Castro en los actos funerales de Josefina, especialmente a Guille, Juancho, Checho y demás hermanos; a sus sobrinos-nietos y familiares, a sus tíos Checho Castro y Alba y de manera muy afectiva a su compañero Jaime Palmera, que con estoicidad y gran amor la acompañó y la atendió hasta el último momento de su existencia. Paz en la tumba de la bella, servicial y amiga Josefina Mercedes Castro Daza.   

Por: José Manuel Aponte Martínez

Categories: Columnista
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