Hace unos días recibí una llamada a mi celular, de un personaje con voz recia que me interrogaba de manera intimidante.
¿Hablo con Eduardo Ortega? preguntó, asentí y respondí con una pregunta – ¿qué necesita?
A partir de ese momento ese personaje comenzó su sermón desafiante aduciendo que era de las ‘Autodefensas Gaitanistas’ que yo era un objetivo militar y que debía pagarles por mi seguridad, que ellos me matarían si no accedía a darles una cuota económica.
Me enteré luego que esta misma situación vivió una dama, grata amiga, miembro del ‘Foro ambiental del Cesar’ y que a muchas personas más las han llamado para extorsionarlas de manera vil e infame.
Son expertos en intimidar con su vocabulario soez y agresivo, con tono militar y la jerga ‘para’.
Parece mentira que estemos viviendo en esta angustia en Valledupar. Además de la violencia física, de la inseguridad manifiesta y cruel que nos azota, tengamos ahora que vivir la angustia del flagelo de la intimidación y la perturbación mental.
Las amenazas de muerte están a la orden del día y la verdad es que no podemos entrar en el juego de pensar si es mentira o es verdad.
Que son los bandidos de las cárceles, que actúan así para potenciar sus finanzas delictivas. Es posible.
En algunos casos puede que no pase nada, pero… ¿y si pasa? Un número más a las estadísticas nefastas de homicidios y violencia.
Van más de cien muertes violentas en Valledupar, el último suceso fue el del joven que pertenecía a la defensa civil; le arrebataron la vida por un celular y de ahí no pasa. Hoy el alcalde ofrece 50 millones de pesos a quien dé información para capturar a los asesinos, que no son presuntos; y las políticas de seguridad donde están; ¿el orden ofrecido en su campaña para cuándo?
La muerte de un muchacho, universitario, de Valledupar que salió a trabajar en su carro y lo encontraron muerto en Media Luna corregimiento de San Diego. La incertidumbre por la desaparición de un comerciante en esta capital hace varias semanas, no aparece y no hay indicios de dónde pueda estar; y los bandidos siguen en su faena nefasta sin que nadie diga y haga algo.
Da grima salir de la casa, abres la puerta y la reja con angustia, temes caminar por las calles pues te abriga la zozobra y el miedo. Es miedo de verdad, y más si sientes el ruido de una moto acercándose, y no existe otra sensación más petrificante que ver a un motociclista que pasa despacio por tu lado y unos metros más adelante se devuelve.
Esto no es jocoso, es serio y muy perturbador en un pueblo, en otrora el mejor vividero del mundo.
Ya se levantan voces, preguntando si es necesario implantar la pena de muerte para estos asesinos, delincuentes que sin escrúpulos actúan contra la más inocente de sus víctimas; el análisis a la que nos conduce esta inquietud, es que, de manera cruel, los bandidos ya implementaron la pena de muerte, su pena de muerte sin compasión. Y para ellos la más nefasta impunidad.
Seguimos esperando que haya orden en Valledupar y que las autoridades actúen con mano firme. Ya está bueno de tanta violencia, inseguridad, corrupción y despotismo. Ya está bueno, queremos vivir en paz con la tranquilidad del viejo Valle, ¿es mucho pedir? No creo. Sólo Eso.