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¡Qué falta hacen Reagan y Thatcher!

Lo que los servicios de inteligencia de varios países occidentales habían advertido desde hace semanas se hizo realidad: Vladimir Putin inició la escalada del conflicto con Ucrania al invadirla por tierra y atacarla por aire. Pero cuidado porque Rusia no sólo tiene intereses en Europa del Este, es un imperio en expansión que no se limitará a dominar a sus vecinos sino que tiene el interés de llegar a otros lugares del globo como Latinoamérica, donde busca generar presencia y respaldar a sus aliados en la región: Venezuela, Nicaragua y Cuba. 

Adicionalmente Rusia, bajo el mando de Putin, se ha convertido en experta en guerras cibernéticas y en el último tiempo se ha visto involucrada en varios escándalos relacionados con este tema; hasta se presume que influyó de manera importante en ejercicios electorales de Estados Unidos, mostrando su poder y alcances.

No demoran en suceder ataques cibernéticos que afecten el orden y la paz mundial, todo orquestado por Putin -ex agente de la KGB- y sus matones.

Lo que hoy está sucediendo tiene unos antecedentes que debemos recordar como el manejo desastroso de la geopolítica que el gobierno de Barak Obama puso en marcha durante 8 años, con Joe Biden como copiloto. Obama, al restarle protagonismo internacional a los Estados Unidos, preparó el caldo de cultivo para que China y Rusia llenaran los espacios que quedaron libres como consecuencia de esa política adversa a los intereses de Occidente. Obama fue el arquitecto silencioso de lo que serían China y Rusia en el mundo. 

Vimos con impotencia cómo Biden, que este año cumplirá sus 80 inviernos, advirtió al mundo lo que sucedería, lo dijo una y otra vez pero de ahí no pasó. Ha sido un simple espectador. Biden fue el vicepresidente de Obama y ahora está ejerciendo el mismo rol en la política internacional. Claro me queda que con Trump esto no estaría pasando; uno puede tener muchas diferencias con el expresidente, pero pantalones sí le vimos mientras que a Biden se le escurren todos los días.

Hay un ingrediente más: no es casualidad que ahora Putin despliegue esta operación táctica militar. Nuestra muy admirada Angela Merkel ya no es la canciller de Alemania.  Para colmo de males la reemplazó Olaf Scholz, socialdemócrata, timorato, fuertemente cuestionado en su país por no mostrar el protagonismo acostumbrado de la primera economía de Europa. Por eso mismo el hashtag más popular hoy en Alemania se traduce como “¿Y dónde está Scholz?” 

Difícil entender cómo los 30 estados miembros de la OTAN permitieron, por falta de decisión y acción, lo que se había anunciado hace tiempo. De nada sirvió que Francia enviara a Macron y Alemania a Scholz a hablar con Putin para convencerlo de no iniciar una invasión. Mientras se reunió con ellos Putin continuaba con su plan y se burlaba de Occidente. 

Lo que hizo fue genial, una extraordinaria jugada de ajedrecista: desde hace mucho tiempo venía apoyando militar y económicamente a los grupos separatistas pro-rusos en la región de Donbas; a inicios de esta semana reconoció a sus 2 principales ciudades como independientes y ahora, cruzando sus territorios sin riesgo alguno, se acercó a Kiev e inició la escalada. Sencillamente brillante. Biden y la OTAN no consideraron las dimensiones del reconocimiento de Donetsk y de Luhansk como estados independientes, fueron ingenuos y creyeron que con un par de visitas el Kremlin neutralizarían a Putin. ¡pechos fríos!

Otro tema clave es el de las armas nucleares. Se concibieron como una amenaza a la vida en el planeta y terminaron siendo el escudo protector de todos. Nadie está interesado en oprimir el botón rojo porque eso sería el fin de la humanidad.

La destrucción total sería realidad al accionar armas nucleares y por ello terminaron siendo una garantía de seguridad al no poderlas usar. Putin lo sabe y lo aprovecha.

El mundo sigue expectante el paso a paso de esta crisis y China se frota las manos porque si esta jugada le sale bien a Rusia, ellos irán por Taiwán; es cuestión de tiempo. 

¡Pasamos de Reagan y Thatcher a Biden y Scholz!

Por Jorge Eduardo Avila

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