De manera reciente he visitado varios de los festivales vallenatos que se realizan en el territorio nacional, y quiero compartir con ustedes algunas virtudes y avances, como también errores y retrocesos que he advertido, tanto en la organización de los eventos, como en los participantes de los mismos.
En algunos municipios, como es el caso de El Paso (Cesar), las autoridades locales se han adueñado de los festivales: son los alcaldes de turno quienes ponen y quitan presidentes y a los directivos de las fundaciones organizadoras. Esto hace que predomine la politiquería y el clientelismo, en detrimento de un factor importante en estas organizaciones, y consiste en que quienes la presidan conozcan por dentro la música y sus vericuetos, y que ojalá tengan algo de experticia en este tipo de eventos. Como en toda actividad de la vida, se requiere un mínimo de conocimientos sobre un tema para liderarlo y sacarlo adelante.
La corrupción sigue reinando en muchos festivales, en algunos, los actos delictivos provienen de los mismos organizadores, quienes direccionan a miembros del jurado para lograr su objetivo. En otros casos, son músicos y supuestos ‘expertos en vallenato’ quienes se hacen nombrar jurados, y llevan ya el nombre del ganador sin interesar para nada la calidad musical del mismo. También se da el contubernio entre directivos y jurado, quienes terminan repartiéndose el botín o la coima que le exigen o le reciben a los participantes.
Pero la corrupción también viene por parte de los mismos concursantes, quienes viven haciendo lobby y averiguando quienes son los jurados para abordarlos e intentar sobornarlos. Definitivamente, este es un flagelo muy difícil de erradicar.
En el festival ‘Panche de Acordeones’, que se realiza en Nocaima (Cundinamarca), la Fundación organizadora mantiene su independencia, y el Alcalde, si bien apoya el evento, no se le ve intercediendo en decisiones de la organización, lo cual me parece muy positivo. Allí se realiza cada año un conversatorio, evento académico-folclórico digno de imitar por muchos otros certámenes.
Ya es hora que los festivales reglamenten la participación de algunos acompañantes. He observado que algunos cajeros, guacharaqueros y cantantes acompañan a casi todos los acordeoneros participantes, así las cosas, ya no se califica el conjunto completo, sino sólo el acordeonero porque los acompañantes son los mismos.
Son muchos los acordeoneros, especialmente en las categorías infantil y juvenil que no saben cantar, sin embargo se atreven, y muchas veces lo hacen fuera del tono o sin medida, lo cual les resta puntaje porque se pierde la armonía del grupo. En fin, hay tantas cosas que decir sobre lo que está pasando en los festivales vallenatos, que amerita otra entrega sobre el tema.
Por Jorge Naín Ruiz