El pasado fin de semana aproveché el puente de San José para ir con Mercy a Barranquilla en un bus de Copetran, nuevo y comodísimo, línea Cacica de Lujo en honor a la memoria de nuestra inolvidable Cacica Consuelo Araújo Noguera; en 5 horas llegamos a la Arenosa, pues la carretera todavía no está terminada y pensaba en el trayecto, cuántos aplazamientos y adiciones no habrá tenido esa obra, pero que al fin y al cabo ahí iba, lenta como el morrocón y que algún día la terminarían y recordaba que en 1980 me fui al corregimiento de Palmar, municipio de Luruaco en el Atlántico, a trabajar en la inmensa algodonera, 2.000 hectáreas, de mi buen amigo Jairo Carrillo, y de la mano de mi gran amigo y benefactor Carlos Carrillo y ya habían comenzado a abrir trochas en la construcción de la autopista Barranquilla-Cartagena, paralela al mar y hoy, 45 años después, todavía no está terminada; a ese paso va la Troncal del Caribe, pero algún día tendremos la satisfacción de recorrerla, completamente acabada.
La ida a esa bella ciudad fue para visitar a mi hijo Carlos José “Che”, su bella y dinámica esposa Julieth y mis dos nietos Nandito y Helena, especialmente a Helena que ya va a cumplir 2 años y se espanta cuando tratamos de acariciarla o cargarla, está muy arisca y a pesar de las colombinas y otros trucos de abuelos no hemos podido amansarla, pero hay que tener paciencia y algún día: “Por mucho que vueles paloma, por mucho que corras muchacha, algún día se llega la hora de tenerte mansita en mis manos”.
!Qué bella Barranquilla!, y qué impulso y desarrollo acelerado lleva, qué buenos alcaldes ha tenido que como una sola administración, tres o cuatro, le dieron continuidad a las obras comenzadas por unos y terminadas por otros, al contrario de los de aquí, que en vez de terminar la destruyen. Como pasó con el Hospital Materno Infantil que Johnny Pérez dejó terminado y lo que hicieron fue utilizarlo de albergue para cientos de desplazados que lo desvalijaron y hoy solo existen los pisos y las paredes, o con La Casa en el Aire, o el Mirador del Eccehomo, próximo a inaugurar. En ese sentido el Mello hizo algo y parece que Ernesto tiene el firme propósito de continuar la labor.
Recorrer a Barranquilla da gusto, limpieza y todo nuevo: fui a Puerto Mocho en un trencito eléctrico, muy bonito y muy buena comida, el sitio es viejo, pero está nuevo, que hay que conocer y pensé por qué aquí en El Valle no hacen lo mismo desde el Centro a Hurtado; visité Puerto Velero, también viejo pero también nuevo, sabrosas playas y deliciosa comida en el restaurante Puerto Velero donde fui atendido como invitado especial, a cuerpo de rey con langostas, langostinos, caviares (huevas) y pescados de toda clase, extraños para mí, acostumbrado a la yuca con queso y plátano amarillo asao, carne guisá y sancochos frecuentes sin faltar nunca el amigo del pueblo, el irremplazable arroz blanco.
Pero lo que más me gustó de esa ciudad fue el orden y el aseo, sus bulevares y plazoletas con bordillos perfectos y llenas de matas muy bonitas y bien regadas por la eficiente Triple A; igualitos a los de aquí, llenos de escombros, podredumbre de los desechos de los restaurantes, piedras y cuanta clase de basura hay y las matas rechaurchías, casi secas por falta de agua cuando Emdupar o la administración tienen un carrotanque especialmente para regarlas en estos crueles veranos. Me pregunto: ¿será que los barranquilleros quieren más a su ciudad y no botan las basuras a la calle o es que hay normas severas que castigan esta conducta, o será que los vallenatos no queremos a la ciudad y no hay normas que prohíban esta costumbre tan fea? Si las hay deben publicarlas y aplicarlas y si no las hay, que las hagan y lo den a conocer con severas sanciones para quienes las incumplan.
Además, señor alcalde, ya es hora que se comiencen a reparar los viejos y destruidos bordillos de nuestras avenidas y calles construidos hace 50 años y que se han venido deteriorando, destruyendo sin que nada se preocupe por ello, me duele decirlo, no me gusta, pero así es.
Ojo, lo repito, aunque no paren bolas, qué mala imagen se llevan de la ciudad todos los que vienen vía aérea por el pésimo estado del ramal del Aeropuerto Alfonso López.
Por: José Manuel Aponte Martínez.