Después de la euforia de las fiestas, de los deseos para que el nuevo año nos traiga prosperidad y alegrías; de los abrazos y besos con los seres queridos y aún con los que nos quieren poco; de los traguitos y la pernicia, es necesario volver a la realidad, dura realidad. El 2017 inicia con cascadas de alzas y apretón tributario en Colombia. Sentir el ajuste de un salario mínimo paupérrimo y ofensivo para un pueblo, oprimido por los impuestos y la benevolencia con la que tratan a los prepotentes oligarcas que hoy miran con desdén y con cierta displicencia, acompañada de una sonrisa de satisfacción, a ese pueblo pobre; a los primeros la reforma tributaria les favorece; mientras que a los otros les toca cargar con toda la responsabilidad de recuperar los billones, que algunos bandidos de cuello blanco se “roban” del tesoro público. Triste realidad de una corrupción que galopa sin frenos.
Observamos un alza irreversible en la gasolina, esa misma gasolina que en Valledupar, por causa del subsidio de fronteras tenía una diferencia del galón normal, en más de 2 mil pesos, hoy escasamente llega a 1 mil. Mes a mes nos van aumentando el valor del galón y quitando el subsidio gota a gota, y no pasa nada. Nadie dice nada y ya vemos a fin de mes las colas eternas por que los famosos cupos se acaban y la venden a precio pleno. ¿Quién entiende eso?
Dura realidad a la que nos debemos enfrentar, un Iva del 19% en la gran inmensa mayoría de productos de la canasta familiar. Nos toca observar el dulce favorecimiento a los que más tienen, a dueños de los monopolios empresariales; por ejemplo las fábricas de gaseosas e ingenios azucareros; a evasores de impuestos, entre otros.
Y los arriendos suben, las tasas de interés para préstamos por las nubes, y todo por culpa de la inflación. Lo que nos ocupará dentro de poco, alzas en las matrículas de colegios y universidades; los textos escolares, el transporte público, y pare de contar.
La concertación en el alza del salario mínimo este año, nuevamente fracasó y se implementó por decreto. $737.717,oo. Es decir, se ajustó un 7% ($48.262,oo) por debajo del 8.5% propuesto por las centrales obreras. El subsidio de transporte fue ajustado en igual porcentaje y quedó en $83.140.oo lo que sumado, los 2.2 millones de Colombianos que devengan hoy el salario mínimo, recibirán un total de $820.857.oo desde el 1 de enero de 2017. Con esta carestía, por la economía del rebusque, la falta de empleo, y por todas y cada una de las condiciones nefastas que rodean a los pobres en Colombia; vivir con este salario mínimo, los convierte en “héroes de verdad”. Y pensar que hay millones más, que ni el mínimo se ganan. Y nuestros representantes… brillando por su ineptitud y falta de gestión y ganando millones, increíble. Dios se apiade de nosotros. Sólo eso.