Es difícil creer que sea una obra de teatro sobre las gestas hitlerianas en la escuela de Policía de Tuluá, con formas y fondo que evocan el tercer Reich, solo por pocas manzanas podridas de esa institución, integrantes de la fuerza pública; hasta la esvástica y el bigote de Hitler usaron.
Las fuerzas militares y de Policía tienen una estructura vertical donde abajo no se mueve una hoja de papel sin orden superior, la subordinación es total, aquí no hay decisiones subalternas. Podría pensarse que se estaba preparando un proyecto piloto para luego implementarlo en todo el país, priorizando el orden frente a las demandas sociales. ¿Por qué iniciar en el Valle del Cauca? Allí se concentra toda la marginalidad del centro occidente, con una fuerza contestataria muy fuerte que no la tiene el resto del país, y a grandes males, grandes soluciones. Así comenzaron las Convivir.
Es curioso y contradictorio que estas prácticas de la Alemania nazi contra los judíos ahora se apliquen en Colombia contra amorfos e inermes ciudadanos solo para mostrar eficacia contra la insurrección y contra quienes se atrevan a cuestionar, la intolerancia ha llegado al clímax. Algo apocalíptico traman, la posibilidad de perder el poder genera coletazos. Al fin, ya los hornos a gas contra judíos, gitanos, homosexuales y otras “inferioridades” raciales, se han aplicado en Colombia con variantes monstruosas como las motosierras, los hornos crematorios y los pozos de caimanes. Y cómo es la vida: fue un judío, cuyos antepasados sufrieron el mayor holocausto de la humanidad, quien enseñó estas prácticas terroríficas.
Ya no solo a los perros se les quiere adiestrar en idioma alemán sino también a nuestras tropas. ¡Hi Hitler! Sin sindicar a nadie, pero llama la atención que esto ocurra en la tierra de cierta precandidata presidencial ya defenestrada, para quien “el Ejército es una fuerza letal que debe entrar a matar”; es preocupante que esto ocurra donde hace unos meses fue incendiado el Palacio de Justicia donde, según entendidos, reposaban varios procesos contra narco-paramiltares y despojadores de tierra.
¿A quiénes interesa el crimen? También en Cali, civiles armados junto a la Policía salían a matar manifestantes y que hoy, tranquilamente y sin ningún recato ni proceso judicial, asisten a reuniones políticas; en cambio, algunos de los manifestantes de la primera línea que no pudieron matar están presos. Este es un botón de rosa que tiene muchas espinas. Pero esto no es nuevo en los cuerpos represivos del Estado.
Recuerdo que en la Escuela de las Américas de los EE.UU, ubicada en Panamá, una de las consignas que se le repetía a los soldados, hasta rellenar todos los lóbulos cerebrales, era “matar comunistas es hacer patria”; y este lenguaje macartista es el que emplea nuestra dirigencia; tenemos un Estado gendarme.
Más, hoy los blancos no son comunistas, son colombianos marginados y engañados. Además, recordemos la fatídica directriz ministerial del gobierno de la “seguridad democrática” mediante la cual convirtieron a soldados y oficiales en caza recompensas a cambio de cegar la vida a inocentes jóvenes convertidos luego en guerrilleros, hechos conocidos después como falsos positivos. Esta es una típica estrategia de las extremas, en este caso la derechista, la dueña del poder en Colombia. Claro, ya hubo las primeras destituciones, pero esto hace parte del libreto por si se descubre, muchos serán inmolados por la causa y tienen el deber de guardar silencio.