La visión cotidiana de los acontecimientos impide muchas veces que no enfoquemos temas y aspectos de la vida nacional que debieran estar más cerca de nosotros. De todo este tráfago de informaciones diarias una de las principales víctimas ha sido la diversidad noticiosa que hoy se reduce a la Covid, la JEP, a la pelea de fulanos y los clichés de los funcionarios de control.
Con este corto escrito lo que persigo es hacerles un reconocimiento a estos isleños, haciendo visible su historia y contribuir de la manera en que tengo a la mano, a resaltar su calidad de colombianos y lo merecedores que son en grado sumo de recibir el apoyo institucional y ciudadano.
Solo Iota, el funesto huracán, pudo con su devastador paso poner en primer plano a Old Providence, aquella pequeña isla colombiana de 17 kilómetros cuadrados, con siete kilómetros de largo y cuatro de ancho que tiene una historia singular pues sus primeros habitantes fueron puritanos ingleses integrantes de una compañía comercial denominada “Providence Island Company”, que se establecieron en New Westminster hasta 1641, año en que los españoles expulsaron a los ingleses de la isla y cuando en su lucha por la independencia miraron hacia lo que es hoy la Colombia continental y mediando largo y accidentado proceso terminaron adhiriendo a la Constitución de Cúcuta junto a San Andrés y Santa Catalina convirtiéndose en el sexto cantón de la provincia de Cartagena. Lo demás es fácil leerlo en la historia reciente. Ahora lo que se impone es su reconstrucción física y moral y el fortalecimiento de la colombianidad y la soberanía. ¡Qué gran oportunidad!
Es un laboratorio para diseñar y ejecutar algo que debiera pasar a la historia con letras de oro. Sería un ejercicio en grado menor para intentar la reconstrucción nacional. Ojalá esta restauración sea aprovechada para que con los mismos dineros, que de seguro no alcanzan para todo, se haga algo decente lejos de la corrupción y armonizada con sus realidades.
Por ejemplo veo que se viene insistiendo en la dotación de energía fotovoltaica lo que es una gran iniciativa, lo mismo que preservar su arquitectura y su ecología. Esto deberá ser no una obra de la ingeniería sino una de arte.
Hay que hacer presencia en comunicaciones seguras con el continente y el mundo, que cómo de costumbre ante nuestra tradicional imprevisión fue de lo más notorio y grave. Se olvidaron de sistemas de radiocomunicación que siempre han sido los más seguros y económicos.
En fin y resumen cabe destacar que la historia de la hoy isla de Providencia tiene sabor a Inglaterra, Francia y España y, que poseen igual tradición cómo colombianos que cualquiera de los “continentales” y que hoy Iota si bien barrió con muchas cosas también nos entregó una hoja en blanco para rescribir esa historia. Estas son las coyunturas que bien aprovechadas enaltecen a los gobernantes y a los líderes. Vamos a ver qué pasa. Ojalá que no solo queden las investigaciones por los “robispicios”.