La misión natural del río es ser un edén de la vida. Su cauce es como un viejo camino donde canta el agua con la alegría de los árboles. El río es existe para darle vida a la vida. Se ha demostrado que existen seres anaerobios, es decir que pueden existir en ausencia de oxígeno; pero no se ha demostrado que exista vida en ausencia de agua, por eso se afirma que los seres vivos son acuacéntricos. El agua se halla presente en casi todos los procesos que tienen lugar en los organismos vivos, tanto vegetales como animales, y es el componente más abundante de las células.
Los ríos son patrimonio natural y cultural de los pueblos. Además, de prodigar el precioso líquido para el consumo, el aseo, la alimentación, para regar los cultivos y acrecentar las cosechas, tienen el privilegio de servir como vía de transporte para acercar y hermanar a los pueblos. Es tanta la importancia que muchos de ellos han sido considerados sagrados, como el Nilo en Egipto o el Ganges en la India. Y para los vallenatos, el río Guatapurí es el padre tutelar del canto y de la vida. Razón tiene el profesor César López Serrano, cuando dice: “El río es una de las principales fuentes de congregación humana, en ellos se consuma el ritual de los afectos amorosos, la recreación espiritual y otros ritos que develan el sosiego del alma, como los paseos sociales que organiza la familia”.
Desafortunadamente las acciones de protección y respeto por la naturaleza no son imperativas en la conciencia social y oficial de los colombianos. Las entidades se tornan ciegas y negligentes para hacer cumplir la Constitución y demás normas que protegen la defensa del ambiente.
Los ríos se han deteriorado por la acelerada contaminación de origen agropecuaria a través del uso incontrolado de plaguicidas tóxicos y fertilizantes, por la industrial por metales pesados, materia orgánica y nuevos compuestos tóxicos, por los desechos de las empresas de servicios públicos de alcantarillados, y por la tala de los árboles en sus riberas.
Sin embargo, frente ante situación catastrófica de destrucción de los ríos, vemos cómo una luz esperanza el histórico fallo del Consejo de Estado de condenar al Estado a que invierta 6 billones de pesos para iniciar el proceso de contaminación del Río Bogotá.
Pronto esperamos que también se produzca un pronunciamiento similar en defensa de la descontaminación de río Cesar, por los daños causados que ha causado la Emdupar a través de las lagunas de oxidación. En el 2010 por el abogado y exconcejal de Valledupar, José Luis Montero impetró una acción popular contra Emdupar, y pretende que estas lagunas sean reubicadas. Además del traslado, el accionante busca que la empresa realice las respectivas adecuaciones a la infraestructura de las lagunas, que permitan darle un tratamiento adecuado a las aguas residuales conforme a las normas sanitarias vigentes. Proteger los ríos es proteger la vida.