Por: ANTONIO HERNANDEZ GAMARRA
Diversos comentaristas, en muy distintos tonos, han subrayado lo esperanzador que es el cambio de modales del nuevo gobierno frente a su antecesor.
Se ha dicho, con justicia, que la declaración del Ministro del Interior, doctor Germán Vargas Lleras, en lo atinente al respeto que tendrá el Ejecutivo por los fallos de la justicia hará volver por sus fueros a esta rama y nos encaminará nuevamente por la senda de la división de los poderes públicos. Se ha comentado que el respeto por la oposición – y el no considerar delictuosas las opiniones contrarias al gobierno — le hará bien a la democracia. Se ha enfatizado que la vuelta de la diplomacia, como método para resolver las disputas con nuestros vecinos, es arma más eficaz en la lucha contra el terrorismo que las voces altisonantes y los gestos destemplados. También se han señalado como muy benéficas las actitudes que buscan privilegiar la transparencia, luchar contra la corrupción y condenar el tráfico de influencias. Finalmente, se saluda como plausible la restauración de la institucionalidad para que los funcionarios públicos cumplan las funciones que a sus cargos le señalan la Constitución y la Ley, y no sean meros ejecutantes, en muchas ocasiones, de órdenes impensadas.
Todo eso hay que celebrarlo, pero es insuficiente para que en verdad se produzca un cambio en el talante del gobierno entrante. Lo que marcará, en definitiva, distancias entre el gobierno de Santos y el saliente son los resultados que el nuevo equipo de gobierno alcance en la lucha contra la pobreza y la desigualdad.
El baldado de agua fría que lanzó Armando Benedetti el 20 de julio al subrayar lo inequitativa que es la sociedad colombiana que recibe el nuevo gobierno, no hace más que poner en el centro del debate la concepción del Presidente Uribe sobre la política social y lo deplorable que fueron los resultados de la misma. Haber retrocedido en términos de la desigualdad en el concierto de las naciones, como lo muestran todas las cifras conocidas, hace más que imperioso que la política social de Santos tenga éxito.
Para las gentes del Caribe eso es de especial significación, pues en esta región son marcadas la falta de oportunidades y manifiestas las múltiples caras de la pobreza. Condiciones que también afectan adversamente a los habitantes de toda la periferia de nuestro país.
Por eso, hay que esperar con entusiasmo que las reformas anunciadas para luchar contra la desigualdad se pongan en ejecución a la mayor brevedad. De especial significación es la acogida que esperamos tenga nuestra propuesta sobre la creación del Fondo de Compensación Regional.
Si se asignan más recursos para luchar contra la desigualdad y la pobreza en la periferia colombiana, y si esos recursos no se dilapidan, no se malgastan y no terminan en manos privadas, otro será el país que entregue Santos al término de su mandato.
Porque esa será la manera de cambiar la eficaz plutogogia de los pasados 8 año por una política de prosperidad social. Lo cual supone – desde luego – cambiar el énfasis en las políticas públicas para dejar atrás acciones que, como Agro Ingreso Seguro y las exenciones tributarias, sólo buscaron gobernar con la preocupación de privilegiar acciones en beneficio de los más pudientes.