Por: Amylkar D. Acosta
El gobierno entrante tendrá muy poco margen de maniobra a la hora de enfrentar la encrucijada fiscal que hereda, porque el saliente lo deja maniatado. A la gran inflexibilidad que caracteriza el presupuesto, cuyas partidas están predestinadas en más del 85% de los ingresos, se vinieron a sumar las vigencias futuras. Estas suman, según cifras oficiales, $30.5 billones, de los cuales 84.8% pesará sobre los presupuestos de las vigencias entre 2011 – 2016 y el 15.2% sobre los correspondientes al período 2017 – 2027. Songo sorongo las vigencias futuras pasaron de representar el 2% del Presupuesto General de la Nación en 2000 a 9.3% en 2010, esto es una barbaridad.
La administración Uribe ha batido todos los records, mientras los gobiernos presididos por Samper y Pastrana comprometieron vigencias futuras por valor de $3.2 billones, durante los dos períodos de Uribe el monto se elevó a los $27.3 billones. Esto del lado del gasto; pero del lado de los ingresos se va a topar la próxima administración con el pesado fardo de las gabelas impositivas (exenciones, deducciones y descuentos tributarios) al gran capital, las cuales según la última versión del Plan Financiero de 2010 le costó al gobierno central el año pasado $8 billones, el doble del monto del mayor endeudamiento que se tramita. De este modo, las vigencias futuras y las gabelas impositivas se han convertido en una especie de tenaza que aprisionará a la administración Santos.
Ante esta encrucijada esta no tendrá otro camino distinto a la poda de “la enredadera de exenciones y deducciones”, como lo planteó el designado Ministro de Agricultura Juan Camilo Restrepo en su exposición en la Academia Colombiana de Ciencias Económicas (ACCE), con motivo de su ingreso a esta como miembro correspondiente.
Ciertamente, ante el actual desbarajuste fiscal, este se convertirá en uno de los mayores retos que deberá enfrentar sin tardanza el nuevo gobierno. Las medidas a tomar tienen que ir mucho más allá de la cosmética que ensaya este gobierno para tratar de salvar la cara y pasa, las cuales deberán pasar desde luego por la flexibilización del gasto. Todos a una, tanto el equipo económico del gobierno saliente como el del entrante tienen fincadas sus esperanzas en los mayores ingresos fiscales que habría de reportar la nueva bonanza minero – petrolera que se avizora. Esta podría ser la tabla de salvación y a ella se aferrará el próximo gobierno como el naufrago al madero; pero, respecto a ella hay que ser prudente y manejarla con mucho tino, pues, como ya quedó dicho, tuvimos una bonanza reciente y no se supo aprovechar.
No obstante, es bueno recordar que hace exactamente 20 años se nos habló de lo mismo a raíz del hallazgo del yacimiento de Cusiana. En aquel momento se sobreestimaron sus reservas, lo cual sólo sirvió para valorizar las acciones de la BP para después venderlas a muy buen precio y a la hora de la verdad la bonanza no tuvo la duración ni la magnitud esperada.
Esta vez las expectativas giran alrededor de la voracidad de China y la India por materias primas, especialmente petróleo y carbón, la cual depende a su vez del ritmo de crecimiento de la economía, la cual presionaría al alza sus precios. Qué va a pasar hacia el futuro, eso no lo sabe ni el pulpo Paul. Por ello hay que mirar el futuro con optimismo moderado. De todos modos, como se suele decir a menudo la escoba nueva barre bien, amanecerá y veremos!
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