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Promesa condicionada

“Si se humilla mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oran, y buscan mi rostro, y se convierten de sus malos caminos; entonces yo oiré desdelos cielos, perdonaré sus pecados y sanaré su tierra”. 2 Crónicas 7;14

Este es un pasaje conocido y proclamado por muchos, quienes esperan recibir la promesa de perdón y sanidad sin haber hecho el ejercicio del cumplimiento de condiciones.

En estos tiempos de pandemia, en los cuales hemos tenido que reinventarnos, y hemos sufrido la incertidumbre acerca del futuro y especialmente, cuando hemos visto a la humanidad rendida por causa de problemas que desbordan la ciencia; también, donde hemos visto a un continente atribulado y castigado por el abuso de poder y la corrupción que diezma notoriamente sus recursos naturales, es cuando cobran importancia textos como estos que soportan nuestra fe y nos aseguran la intervención de Dios en tiempos de crisis.

Tomar en forma aislada alguna de las condiciones, tiene poca eficacia. Es la combinación de todas las condiciones lo que puede llegar a producir una respuesta del Altísimo. Concibo el arrepentimiento como un proceso, más allá de la experiencia de un momento. Tiene pasos concretos que afirman la decisión del sujeto arrepentido de ordenar completamente su vida según los preceptos de Dios. Transitar por ese camino, asegura que el cambio no será meramente un ejercicio religioso, sino que traerá beneficios perdurables a nuestra existencia.

Es en ese proceso, en donde puedo identificar, por lo menos, cuatro pasos: Humillarse, orar, buscar su rostro y volverse de los malos caminos. En la humillación está el reconocimiento del orgullo y vanidad de no haber caminado por el camino que Dios ha demandado de nosotros. Al orar, nos aseguramos de que nuestra humillación no es simplemente una tristeza momentánea, sino que le ponemos palabras a nuestros sentimientos y expresamos a Dios nuestra vergüenza por la manera como hemos vivido lejos de su presencia. Buscar su rostro, implica una postura de espera y adoración, asegurándonos que nuestro arrepentimiento esté acompañado del deseo de escuchar su voz y recibir su dirección y guía para el camino a seguir.

Más allá de solucionar un problema puntual, en la búsqueda procuramos reestablecer nuestra relación con Dios. Por último, convertirnos de los malos caminos, implica que desechamos lo que antes hacíamos porque entendemos que es la causa de muchos de los problemas; a cambio, decidimos caminar por las sendas de amor y de justicia que Dios ha trazado para que transitemos por ellas.

Queridos amigos: No sabría cómo explicarlo mejor, Dios no rechaza al corazón contrito y humillado. Cuando damos muestras de anhelar un cambio, dando pasos concretos de acercamiento, y nos humillamos y oramos y buscamos su rostro volviéndonos de nuestros malos caminos; entonces, Dios oirá desde los cielos, perdonará nuestros pecados y sanará nuestra tierra.

No les parece que, ¿Vale la pena la humillación para recibir la bendición? Hago oración para que, como pueblo de Dios, nos humillemos delante de Él para buscar su intervención.

Te mando un fuerte abrazo en Cristo.

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Valerio_Mejia_Araujo: