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Procuremos agradarle

“Por tanto, procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables”. 2 Corintios 5:9

Por causa de nuestras fugas espirituales, podemos perder la visión que Dios nos ha dado. Si no aplicamos nuestras creencias y convicciones acerca de Dios en los asuntos de la vida diaria, hasta ahí llega nuestra experiencia de fe. La única manera de de ser consecuentes con la realidad celestial, es dando lo máximo de nosotros por lo supremo de él, lo mejor de nosotros por su gloria.

No podemos hacer cumplir la perspectiva de Dios para nosotros, mediante nuestros propios esfuerzos; sino que debemos vivir bajo su inspiración hasta que se cumpla por sí misma. Esperar una promesa que se tarda es la verdadera prueba de nuestra fidelidad a Dios. Cuando nos enfrascamos en el trabajo práctico y perdemos su cumplimiento, ponemos en peligro el bienestar de nuestras almas.

Por lo tanto, para no perder de vista y siempre mantener al frente nuestro objetivo fundamental, necesitamos una decisión y un esfuerzo intencional de nuestra parte. Esto implica persistir en las cosas básicas y fundamentales, lo cual no debe ser algo distinto que procurar serle agradables, muy a pesar de nuestras debilidades, errores y falencias.

Nuestra inexperiencia en lo espiritual no es lo que nos lleva al fracaso, sino nuestra falta de diligencia en mantenernos en la meta correcta. Debemos ser como el músico, que no necesita el visto bueno del auditorio, sino la mirada de aprobación de su director. Dios debe ser el único público a quien realmente debemos agradar.

Todos nuestros esfuerzos conscientes deben estar canalizados hacia el hecho de procurar con diligencia presentarnos delante de Dios aprobados. Cualquier meta que nos desvíe o distraiga del objetivo central de agradarle debe ser renunciada o dejada de lado. Aprendamos a discernir hacia dónde nos conducen nuestras metas, y entenderemos por qué es tan necesario mantener los ojos puestos en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe.

En ocasiones podemos pensar que el crecimiento, la fundación de iglesias o el tener avivamientos es el objetico central; sin embargo, todo esto será vano a menos que procuremos constantemente serle agradables. Relacionemos todas las cosas con el objetivo principal de serle agradables.

¿Es fácil agradar a Dios? No. De ninguna manera. Porque implica someternos a sus preceptos, obedecer su dirección, luchar constante y permanente contra mi propia naturaleza de pecado que tiende inexorablemente hacia el mal. Así, mi demostración de obediencia para Dios, tendrá que ser tanto en público como en privado.

Mi invitación sincera hoy, es que subordinemos cada área de nuestras vidas a Dios y procuremos complacerlo y serle agradable; y que todo lo que hagamos, lo hagamos de corazón, como para el Señor y no para los hombres. Recuerda: ¡vale la pena vivir para Dios!

Saludos y muchas bendiciones…

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