Por: Valerio Mejía Araújo
Jesús asistió a unas bodas donde se quedaron sin vino. Él aún no había realizado ninguna de las señales por las que luego se haría famoso. María sabía quién era su hijo, y lo que podía hacer. Así que, en ese momento de necesidad, María su madre, se volvió hacia él y le dijo: “No tienen vino”. Jesús le respondió: “Mujer, ¿eso que tiene que ver conmigo? Aún no ha llegado mi hora”.
Pero entonces María hizo algo extraño: Se volvió hacia los que servían y les dijo: “Hagan lo que él les ordene”. La fe de María abrió las puertas para la generosidad de Dios. El relato continúa narrando cómo Jesús hizo el milagro de convertir el agua en vino.
Ahora bien, ¿qué fue lo que sucedió allí realmente? Recordemos que en la columna anterior dijimos que Jesús solamente hacía lo que veía hacer al Padre y decía lo que escuchaba decir al Padre. Seguramente que cuando María le mencionó por primera vez la necesidad del vino, Jesús no vio que el Padre estuviera involucrado en ningún milagro para esa boda. Además, sabía que “aún no era su hora”; es decir el tiempo para revelarse como hacedor de señales y maravillas.
Eso fue lo que provocó su áspera respuesta inicial, la que María sabiamente dejó pasar, indicando a los sirvientes que hicieran lo que él les indicara.
Jesús volvió a fijarse en el corazón del Padre y vio con los ojos de la fe, que el Padre estaba listo para convertir el agua en vino, así que siguió su guía e hizo el milagro. La fe de María tocó de tal manera el corazón del Padre, que aparentemente el Padre cambió el momento elegido para revelar a Jesús como hacedor de señales.
Amados amigos, la fe mueve el cielo, para que el cielo irrumpa en nuestras circunstancias y mueva la tierra. Esta demostración de poder, hizo caer la gloria del Señor en ese lugar. Las señales y prodigios hacen eso. Hacen caer la gloria de Dios en personas y lugares.
Nuestras necesidades, ya sean enfermedades físicas, pobreza, opresión, falta de oportunidades, etc. representan el impacto de las tinieblas en nuestras ciudades. Los milagros desplazan las tinieblas y las reemplazan por la luz. Lo insípido, inodoro e incoloro del agua, es reemplazado por el gozo del vino nuevo.
A medida que se manifieste la gloria de Dios en nuestras circunstancias, la adversidad será reemplazada por la presencia gobernante de Dios. Las señales remueven la influencia negativa de las cosas sin sentido, y establecen la presencia y el gobierno de de Dios sobre nosotros.
Todo esto, para rendir un homenaje sentido a todas las madres de la provincia, su fe abre las puertas para crear ambientes de milagros y revelar la gloria del Señor. ¡Feliz día!