Por Abdel Martínez Pérez
abdel.martinez@elpilon.com.co
A solo 15 días de haber ocupado algunas familias favorecidas su casa propia, regalada por el Gobierno en la urbanización ‘Nando Marín', localizada en el extremo sur de Valledupar, los favorecidos ya comenzaron a vivir el rigor de la inseguridad, por parte de delincuentes que llegan de otros sectores, pero además de esto, tienen problemas de convivencia ciudadana, lo que ponen el peligro la estabilidad de sus moradores, pese a la labor que adelantan psicólogas y personal especializado para que esas familias aprendan a convivir en áreas compartidas.
Según denunciaron sus moradores, jóvenes y personas adultas que se movilizan en motocicletas y armados con cuchillo y armas de fuego, ingresan a los bloques residenciales, se concentran en el parque del sector a planear su accionar delictivo contra quienes residen en ese complejo habitacional, especialmente cuando tratan de llegar o salir del mismo en horas de la tarde o de la noche.
Son varias las personas, que han sido objeto de intimidaciones por parte de los delincuentes quienes obligan a sus víctimas a que les entreguen celulares, dinero y cualquier elemento de valor que porten, incluso hasta los despojan de documentos de identidad.
“A Santos que se acuerde de nosotros”
Las familias que ocupan cada uno de los 20 apartamentos que conforman los primeros bloques, hicieron un llamado al Presidente de la República, Juan Manuel Santos Calderón, que se acuerde de la promesa que les hizo cuando durmió en uno de estos apartamentos, para que ordene la instalación de un CAI móvil de la Policía, para que les garanticen su seguridad, que tanto requieren en ese importante sector de la ciudad.
Denunciaron que quienes están turbando la tranquilidad ciudadana, son jóvenes de otros sitios de la ciudad que llegan hasta aquí a quitarles lo poco que ellos poseen. “Los delincuentes creen que nosotros somos familias adineradas porque estamos viviendo en estos bellísimos apartamentos; le queremos recordar que somos de extrema pobreza, que somos desplazados de la violencia y que no tenemos plata. Lo único que tenemos es fuerza de voluntad para el trabajo”, manifestaron los desplazados, quienes no se cambian por nadie, porque por fin están viviendo cómodos, tienen su casita, que era siempre lo más anhelado y que su vida les ha cambiado del cielo a la tierra.
Una bendición
Para los esposos, Julio Fontalvo Cabarcas y Eucaris Montes Escobar, quienes hace 15 días que ocupan su apartamento en el primer piso, son desplazados por la violencia, debieron abandonar su pequeña parcela en la vereda ‘Pacho Prieto' en Chiriguaná, para llegar a la ciudad, en este caso a Valledupar, a pasar necesidades, porque al principio no conocían a nadie y mucho menos a la ciudad. “Vivimos mucho tiempo sufriendo en medio de las necesidades, porque no sabíamos sino trabajar en el campo y aquí no podíamos hacer nada, pero gracias a Dios que nos ha puesto a vivir de otra manera, tenemos nuestra propia casita.
Aquí vivimos nueve personas, mi esposa y mis siete hijos; el apartamento consta de tres alcobas con todos sus servicios y aquí estamos bien acomodados, esto ha sido como una bendición de Dios, y no es cómo dicen algunos vecinos, que estos apartamentos son una ‘cajita de fósforo', por el tamaño de los mismos, pero si nos remontamos en dónde estábamos viviendo antes en el caso de nosotros, no teníamos ni el fósforo”, relató de manera jocosa, Fontalvo Cabarcas.
Problemas de convivencia
Varias de las familias que ocupan los primeros dos pisos de del bloque de los apartamentos, denunciaron algunos brotes de convivencia, en especial de quienes residen en las dos últimas plantas que carecen de patio y la ropa que lavan, las tienden en las barandas de los balcones, y eso también trae problemas en la vecindad, porque al escurrirse, mojan los apartamentos de abajo.
Puntos de vista
Julio Fontalvo Cabarcas, habitante. Para mí, esto ha sido lo mejor que Dios me ha deparado en la vida. No tengo cómo agradecerle.
Eucaris Montes Escobar, residente. A nosotros nos ha cambiado la vida. Aquí vivimos como en el paraíso.