No creo que se necesite ser un experto en planeación, ni mostrar muchos diplomas para entender que existen prioridades en la inversión pública. Debiera ser de sentido común pero desafortunadamente es este el menos común de los sentidos.
En la antigüedad se recurría al símil de cómo actuaría un buen padre de familia ante determinada situación. Las leyes para establecer un patrón ideal de conducta a eso se referían y es porque con acierto se supone que a un buen padre de familia le asisten unas razones que le permiten decidir los asuntos en forma sensata y por eso para él y personas como él resulta les resulta claro que primero la salud que las fiestas de carnaval, por ejemplo.
No me imagino a estos ciudadanos variando unas prioridades vitales. En una familia o una comunidad de lo primero en atender debe ser la atención a la salud, que incluye entre otras un adecuado suministro de agua potable , su disposición y tratamiento final además de la educación, la vivienda y así una escala que solo podría variarse en situaciones, excepcionales, emergentes cómo la ocurrencia de un desastre.
No acepto ni entiendo y rechazo que se invierta un solo centavo del erario público variando esas primacías. Es que no se puede tomar un solo peso para mármoles si lo que falta es medicina. Primero un plan de alimentación, el puesto de salud, atención a la niñez y tercera edad y la escuela, que obras que obras suntuarias y sobre todo innecesarias en la cuales el mandatario más que solventar necesidades piensa en su ego y en lo bonito que se vería su estatua pedestre en el centro de esa construcción.
Yo, que transito con alguna frecuencia por las diferentes zonas de nuestra Región Caribe y en especial sus capitales lo que se observa a golpe de vista son mármoles y con ello sacan pecho los alcaldes y gobernadores y pienso que lamentablemente se equivocaron.
Pero es que el pan y el circo funcionan y de qué manera y mucha gente queda agradecida y hasta votan con los autores de esos desatinos. ¿Cuántos mandatarios se han gastado millonadas en parrandas colectivas en nombre de la promoción del turismo?
A un amigo le comenté el tema de esta columna y con gran inquietud me indagó sobre la Plaza Alfonso López, en Valledupar y le hice saber que fui, he sido y seré refractario a lo que allí se hizo porque era innecesario, se dilapidó un dinero que debió tener otro destino y además arquitectónicamente – y aquí sí es mi gusto- impactaba la armonía que debió guardar con su entorno y entonces pensé en la plaza de San Pedro en Roma y en lo que hubiera terminado de haberse adoptado el mismo criterio que para la plaza vallenata. No me imagino al Papa Francisco de gafas negras evitando las agresivas resolanas.
Ese lugar si algo necesitaba eran árboles y una fuente y espejos de agua para mitigar los infiernos veraneros.
Vivir para ver.